Hace un par de meses asistí a una importante convención sobre el sector de automoción en la que se dio el siguiente dato: “un matrimonio se rompe a los 4 años. El parque de vehículos tiene una antigüedad media de 14 años”. Es decir, según las estadísticas, un coche dura más que un matrimonio.

Este dato (demostrable) dio pie a que tomara nota y me plantease escribir este artículo acerca de las prioridades en el matrimonio.

Ante el hecho de una ruptura o de un conflicto matrimonial surgen preguntas. Muchas.

¿Por qué se rompe un matrimonio?

¿Por qué un noviazgo eterno termina en un matrimonio que se rompe a los pocos meses o años?

¿Qué cuidamos más, el coche, nuestras cosas o el matrimonio?

¿De qué hablan los novios durante su noviazgo?

¿Cómo se planifica la vida en común?

¿Qué se prioriza?

¿Cuáles son las cuestiones a las que dedicamos más importancia?

¿Qué queda cuando los hijos se van? ¿El síndrome del nido vacío? O peor aún, ¿dos desconocidos que conviven juntos bajo un mismo techo?

Las preguntas pueden ser muchas más. Pero, la cuestión de fondo es la misma: ¿cuáles son las prioridades en el matrimonio?

Podemos perdernos en datos, estadísticas y gráficos sobre cómo, cuándo y por qué fracasa (o no) una unión matrimonial. Pero, el motivo principal, no lo van a resolver ni las estadísticas ni las leyes.

Voy a hablar aquí muy brevemente (porque el tema podría dar para mucho) de cómo cuidar el matrimonio de un hombre y una mujer abiertos a la vida y con vocación de eternidad. En definitiva, hablamos del amor compartido por los esposos. Y el de estos con sus hijos, los que vengan, si es que vienen.

Prioridades en el matrimonio

Comenzaré con otra pregunta. ¿Qué crees que cuidas más, tu vehículo o tu matrimonio?

Porque, seamos sinceros, reconozco que hay veces que sacar el brillo al cromado de un coche o a una motocicleta tiene su aquel y luego lo miras y dices, ¡qué preciosidad! Ahora, si te pregunto cuándo ha sido la última vez que le has dicho a tu mujer, ¡qué preciosa estás! O a tu marido, ¡qué guapo te veo! ¿Qué me dirías?

Y es que, acudiendo al ejemplo de la planta que hay que regar diariamente (el amor), tal vez podamos ver que la plantita (nuestro matrimonio) puede que no esté roto pero está como un secarral. ¿Está tu matrimonio como esa planta que nos dejamos olvidada en el balcón en pleno mes de agosto y que nadie ha regado? Pues eso. La planta se tira y compramos otra.

Pero es que el matrimonio es muchísimo más que una planta. Así que no podemos ir a la tienda a por otro. Cosa, que, de diferentes maneras, y por desgracia, se hace.

 Un punto de partida sería comenzar por el noviazgo y por cómo lo hemos vivido. Pero no es este el momento. Aquí de lo que se trata es de cómo podemos arreglar un matrimonio antes de que se rompa. O mejor aún, dar unos “tips” para que no se estropee ni se seque nunca.

La “receta” para que un matrimonio sea duradero

Sinceramente, para que el matrimonio no se rompa y crezca, hay que poner mucho amor, una pizca de planificación y practicar el perdón mutuo y la humildad.

¿Cómo cuidas tu coche? ¿Haces las revisiones periódicas, pasas la ITV, lo llevas al taller de confianza, lo reparas, lo cuidas, lo mimas? ¿Y, cómo cuidas tus plantas o a tu mascota? ¿Con el agua necesaria, con música, con palabras amables, con un abriguito perruno o gatuno, con uno o dos paseos diarios?

Pues, con el matrimonio es igual. Pero, mucho más y mejor. Con mayor consciencia, mayor dedicación y mucha más plenitud.

Digamos que, si en el matrimonio ponemos consciencia, dedicación, amor, delicadeza, detalles de cariño, regalos sorprendentes e inesperados… Y luchamos, en serio, dulcificando nuestro carácter, vamos cimentando un matrimonio duradero.

¿Por qué?

Pues, porque nos negamos a nosotros mismos. Nos tragamos palabras hoscas y ariscas. No nos dejamos llevar por el mero impulso pasional y, en consecuencia, reconocemos el valor y la dignidad del otro.

Entrega, donación al otro y encuentro personal

En el fondo, lo que estamos haciendo es entregarnos para encontrarnos.Mediante unamor de donación y entrega esponsal, entre los esposos y filial con nuestros hijos.

En el matrimonio el encuentro personal es radical, va a la raíz y es diario. El encuentro significa asombrarnos cada día con algo que me lleva inseparablemente hacia el otro, hacia mi esposa, hacia mi esposo. No importan los años, importa el ser del otro, en su integridad.

Convivencia, carácter, amor y decisión de amar

La convivencia, los hijos, padres, suegros, cuñados, las familias, de origen y destino, se convierten en una posible fuente de roces. Pero, también, en una posibilidad de crecimiento personal mutuo entre los esposos. Por cierto, la complementariedad surge de las diferencias. ¿Lo sabías?

En la convivencia matrimonial surge el carácter de cada uno en todo su esplendor. Esto no es ni bueno ni malo. Como es lógico, se trata de lo que cada uno lleva en la mochila y lo que cada uno debe aprender a gestionar para agradar al otro. En definitiva, para ser amable con nuestro cónyuge.

Porque, el matrimonio es como una moneda: con su cara y su cruz. Ambas van indisolublemente unidas. Esta unión inseparable está en el ADN del matrimonio, no sólo del enamoramiento. Y esa unidad de amor es, no lo olvidemos, una decisión mútua. Y no es un simple sentimiento, no es un “me apetece” y mañana ya no.

Preparación, planificación y pocos consejos

Por eso hay que prepararse para el matrimonio. Y para que ese matrimonio tenga un claro para qué hay que poder responder. ¿Cuál es tu respuesta? Más aún, ¿cuál es vuestra respuesta?

Y aquí van unos pocos consejos: practicar el perdón, la misericordia, el asombro, la delicadeza (que no es otra cosa más que tratar de agradar al otro), evitar herir, hacer silencio cuando uno quiere gritar, ser sinceros el uno con el otro y reconocer al otro. Estar abiertos a la vida, acogiendo a cada hijo que llega como fuente de esperanza, como un manantial que os plenifica. Y cuidar la fidelidad mutua.

Uno más para que los que somos cristianos. Un consejo que me dio un sacerdote hace años: el matrimonio no es un estado de arrobamiento y ojos en blanco del uno hacia el otro. El matrimonio es saber conjugar la mutua mirada y mirar juntos a Cristo. Y a Éste, crucificado.

Y para todos, un regalo. Si podéis, regalaros el libro del Cardenal Robert Sarah “El amor en el matrimonio”. Podría seguir escribiendo porque lo he hecho desde la mirada del Cardenal, sólo observando la portada del libro. Veo a un hombre de Dios mirándome con un amor inmenso que no es sino un pálido reflejo del infinito amor que Dios nos tiene. Que te tiene. Y os tiene.

Desde aquí, os animo a dedicar un tiempo para hablar cada día, para rezar algo juntos y jamás os durmáis enfadados. Tened en cuenta que el frío surge, como la oscuridad, por ausencia de calor o de luz. Haced un  silencio que os calme en los malos momentos pero… ¡hablad!

Hablad y dialogad. Hay que aprender a dialogar. Practicad el diálogo y la escucha a diario (aquí en este enlace tienes algunas sugerencias para no discutir).

Y, si no sabéis o podéis, siempre podéis buscar apoyo, la ayuda en un acompañamiento. Porque el diálogo se puede aprender, como también la escucha. Y recuerda que hacer de payaso tonto en el matrimonio tiene múltiples recompensas.

Conclusión y disyuntiva final si quieres salvar tu matrimonio

Antes de despedirme, hagamos una última reflexión.

El precio medio por hora de taller para un coche en España se sitúa en el entorno de los 40-50 euros y en más 80-90 euros para marcas de gama alta.

Si tuvierais que elegir entre pagar por el coche o hacer un acompañamiento para tratar de arreglar vuestro matrimonio, qué preferirías pagar, ¿por el mantenimiento o arreglo del coche o por el mantenimiento o arreglo de vuestro matrimonio?

Lo dejo aquí. Si quieres (o queréis) saber más o estáis de acuerdo en que necesitáis ayuda para que vuestro matrimonio permanezca unido, ya sabéis dónde podéis encontrarme.