Lo bueno de ir cumpliendo años es que vas aprendiendo a superar dificultades y a afrontarla pese a los golpes que nos va dando por el camino. Al mismo tiempo, también vas viendo cómo se pasa, o mejor, cómo se va, la vida. Y, por desgracia, también los amigos y familiares más cercanos y queridos.

Ante la enfermedad, lo “bueno” es que, cuando la superas, eres más fuerte. Y, si estás vivo para contarlo, como es mi caso, eres mucho más fuerte que antes.

Un poco de todo esto me ha pasado en los últimos once meses, que se dice pronto. Lo bueno, insisto, es que ya han pasado.

  • Y, ¿cómo se resumiría mi “annus crucis” particular?Reforma en mi casa que se alarga por casi seis meses (la obra se culminó cuando alcanzamos velocidad de crucero en dos meses y medio). Viviendo fuera de casa gracias a la ineptitud de un supuesto “coordinador” de gremios. Los hay muy buenos. Pero, a mí me tocó la perla negra. Disgustos, discusiones y estrés.
  • En seis meses, la muerte de tres personas muy, muy queridas. Una mayor y las otras dos jóvenes, por debajo de los sesenta. Entre ellos mi hermano menor (53 años) y segundo hermano que pierdo. La última persona fallecida la madre de uno de mis yernos, que ya son hijos, con 58.
  • Una situación de cambio sectorial. Como muchos sabéis, además de mi faceta como coach, trabajo en el ámbito de la automociónon. Un sector en el que no para de haber todo tipo de cambios y que me han terminado afectando debido al estrés.

El resultado de todo esto: ansiedad y depresión por estrés. Porque, como dice mi médico de familia, cuando el vaso está vacío todas estas cosas son gotas y no pasa casi nada. El problema es que cuando el vaso lo tienes lleno, y cualquier gota que caiga desborda el vaso.

Cómo superar dificultades siendo coach

Muchas personas siguen pensando que coach es un triunfador que se dedica a vivir en “happyland”. Y a resolver, como por arte de magia, todo tipo de problemas de salud, autoestima y obesidad, con una sonrisa de oreja a oreja. Además de impartir conferencias divertidas cobrando un pastón por ello. Si tú también lo crees… siento desilusionarle.

Muchas veces, también el coach se ve necesitado de ese acompañamiento que hace a quien ayuda a través de su Coaching.

Cuando eres Coach, cuando haces acompañamiento y te sientes interpelado por la persona a la que acompañas (en este caso tú mismo), te ves en la situación de tener que superar frenos, limitaciones y el miedo irracional que te deja paralizado. En mi caso, la escritura ha sido parte de esa “terapia” para salir a flote de nuevo.

Obviamente, cuando escribes por “prescripción”, intentando que la escritura se convierta en una suerte de terapia de vaciado interior el resultado puede ser personal y de lo más variopinto. En mi caso ha supuesto tres consecuencias, cinco conclusiones y tres aprendizajes.

Te los resumo todos ellos a continuación.

Las 3 consecuencias y 5 conclusiones de mi bloqueo

1ª Consecuencia – Nudo en el estómago

¡Sí! Aunque parezca extraño en alguien acostumbrado a escribir y hablar en público. La verdad es que, desde mi último post en este blog de Coaching han pasado seis meses sin escribir una sola línea. Y no es porque no quisiera. El motivo es porque al sentarme ante el ordenador y la página en blanco no había sentido jamás el nudo estomacal que ahora mismo tengo.

2ª Consecuencia – Procrastinar “sine die”

Este artículo comencé a escribirlo hace quince días. Es decir, quince días posponiendo, postergando, procrastinando. ¿Por qué? No lo sé. Sólo puedo decir que he tenido que hacer un esfuerzo soberano para volver a escribir.

3ª Consecuencia – Palo (sin zanahoria)

He necesitado de un sargento chusquero, al más puro estilo hollywoodense (no revelaré ni su nombre, ni su género, ni su procedencia), que me ha pegado tal pescozón que reconozco que ya no sé si me daba más miedo mi depresión o sus amenazas. Pero, la realidad es que… ¡ha surtido su efecto!

Y, como conclusión. O, mejor, conclusiones de todo esto, te dejo estas cinco:

Si estás fatal busca ayuda. Aquí la palabra clave es busca.

Encuentra. Lo normal cuando buscas es que encuentres. Y, si buscas bien, encontrarás a alguien que, de verdad, se interese por ti. Si estás casado comienza encontrando de nuevo a tu cónyuge.

Haz caso. Ser humilde cuesta mucho. A mí, desde luego. Pero es imprescindible. Te comes el orgullo y te aguantas.

Actúa. Cuando eres humilde y obedeces pasarás a la acción.

Libérate. Te aseguro que, al pasar a la acción (aunque no te lo creas) comienzas a liberarte y a sentirte mejor.

Cómo ver la luz al final del túnel

Me gustaría finalizar este artículo con un mensaje lleno de positividad. Porque sí. Sin duda, y pese a todos los imprevistos y sinsabores que nos asaltan a lo largo de la vida, es más que posible superar las dificultades y ver la luz al final del túnel.

Así que, aquí van mis conclusiones a todo lo vivido en primera persona y las enseñanzas que todo esto me ha dejado

Nunca te culpabilices

Por supuesto, no se trata de escurrir el bulto ni de ser un irresponsable. Sino más bien de que, cuando uno no está bien, cuando pasas por un mal momento o unos cuantos malos ratos (que pueden durar meses o años) seas consciente de que esto depende de cada persona y de quien le acompaña. Ten presente que no estás bien anímica y psicológicamente. Y eso, no es tu culpa.

Persiste

Sé consciente de que vas a tener recaídas y ganas de mandarlo todo a espigar. Intenta no acercarte mucho al sofá. Para evitar la tentación de caer en la inacción y en la apatía.

Sal de ti mismo

Busca a quien tengas a mano y, de verdad, te quiera. Puede ser que necesites un profesional (psicólogo,. psiquiatra). Ábrete. Dile a ese amigo la verdad: no estoy bien, no me siento bien, ayúdame. Esa persona de confianza pueden ser un familiar, un buen coach, acompañante, guía, mentor, director espiritual, grupo de amigos, veteranos de la mili… lo que sea. Pero, sal-de-ti-mis-mo. También, sal a la calle. Habrá días que no apetecerá nada. ¡No importa! Te aguantas. Y, si ves que las fuerzas te fallan y no vas a poder, pides que te obliguen a salir.

Estás vivo

¡Y ese es el mayor regalo! Así que, ya ves. Puedes estar deprimido pero no abatido. Enfermo sí, pero no muerto. Vivo y bien vivo. Además, mientras vivas tienes (tenemos) la obligación de hacer el bien. No lo olvides y será un empujón más para superar las dificultades del día a día.

Por lo tanto, la muerte no es el final y mucho menos la enfermedad.

Si uno muere en Paz y Gracia de Dios, te aseguro (porque lo he visto de primera mano) que por muy temprana o tardía que sea la coherencia vital, aunque uno viva en babia toda su vida, cualquier momento es bueno para comenzar a merecer, que decía San Ignacio de Loyola. Y aunque parezca un contrasentido, te mueres respirando fenomenal. He sido testigo.

Pero, como de vivir se trata, vive con intensidad con pasión, amando inmensamente. Y recuerda: si has llegado hasta aquí eres más fuerte.

Por supuesto, ya sabes que aquí me tienes. Si crees que puedo ayudarte a través de mi Coaching de acompañamiento basado en los valores cristianos, estoy aquí para echarte una mano a superar dificultades. Y en esto sí que te lo aseguro: la experiencia es un grado.