Algo ya habitual es que el conflicto matrimonial ha alcanzado en las últimas décadas dimensiones pandémicas en nuestro país. De hecho, entre el 60% y el 70 % de los matrimonios que se celebran en España (a edades cercanas a los 36-37 años) acaban en divorcio o separación.

Ni que decir tiene que un matrimonio en situación de conflicto permanente es algo pésimo. Para los cónyuges, para los hijos y para la familia en su conjunto. Y, en consecuencia, puede repercutir también en el rendimiento laboral de los padres y escolar de los hijos.

Normalmente en la familia, como en cualquier grupo humano compuesto por personas el conflicto es inevitable.

Pero, el conflicto no siempre es malo. Puede, y de hecho lo es, una situación para crecer. Así que depende de cómo lo abordemos obtendremos o una solución o un problema. Y éste, el problema, nos lo encontraremos seguro si no somos capaces de resolver el conflicto.

Por tanto, ¿qué te parece si buscamos una solución positiva de crecimiento personal y mayor unidad en el pareja, en el matrimonio y en la familia?

El conflicto matrimonial como oportunidad

Por mi propia experiencia personal y como compruebo en mis sesiones de coaching familiar con parejas, sé que el conflicto matrimonial va a surgir tarde o temprano. Desde la más leve discusión hasta algo más grave, como una infidelidad, pasando por la forma de educar a los hijos o de relacionarse entre la pareja. Como te digo, es inevitable.

La buena noticia es que siempre, pero siempre, existe solución. Además, una buena solución si así lo queremos.

Así mismo, es preciso distinguir el deseo del “me apetece”. Todos deseamos algo a lo largo del día y de toda nuestra vida. Desear algo razonable no es malo. Querer satisfacer a toda costa un “me apetece esto, aquello o lo otro” puede implicar pensar solo en uno mismo. Sin, desde luego, tener en cuenta las necesidades del otro. El “me apetece”, ya marca una señal ante la que, probablemente, debamos pararnos a reflexionar previamente.

Pero, ¿por qué surge el conflicto? Deseos no correspondidos, apetencias desmesuradas, caracteres diferentes, entre otras razones. Busca en tu interior y seguro que encuentras infinidad de motivos que te darían no sólo para una buena discusión sino para un enfado, un distanciamiento o una ruptura.

Por lo demás, no es el conflicto producto del deseo de cada. Más bien, de cómo comunicamos o no ese deseo y de cómo reaccionamos ante la respuesta del otro. En buena medida, el conflicto es una decisión. Porque el conflicto puede ser evitado, lo que no quiere decir que sea siempre bueno evitarlo.

Y, ¡sorpresa! El conflicto, mirando siempre hacia adelante, puede ser un motivo de crecimiento personal y de mayor unión en el matrimonio.

El silencio, el gran enemigo a batir

Si algo tengo claro es que lo que nunca es una solución es el silencio.

Recuerdo un consejo que escuche al protagonista de la serie americana “Con ocho basta”, allá por los años setenta. El padre le dice a su hija mayor, que se casaba: “cuando discutas con tu marido nunca te duermas sin hacer las paces con él”. Se ve que yo, tierno adolescente, ya estaba entonces entrando en las cosas del amor y la dichosa frase se me quedó grabada.

¡La de veces que mi mujer y yo nos hemos encontrado a las tres de la mañana solucionando un conflicto-discusión conyugal! ¿Que uno se duerme? Le despiertas. Puede parecer cruel pero no lo es. Nunca os durmáis sin daros un buen abrazo y un beso de paz y reconciliación. Y si, al día siguiente, hay que hablar más y mejor ya se hará. Pero, lo primero es lo primero.

Como te digo, más te vale una buena discusión que un silencio asfixiante. Éste, el silencio, es el mayor enemigo de la unidad entre los novios y los cónyuges.

El silencio es como el lobo feroz disfrazado de ovejita. “¿Te pasa algo cariño? A mí, nada ¡qué me va a pasar!”. ¿Te suenan la pregunta y la respuesta? Si no te suenan hazte un reseteo porque estás fuera de la realidad, lamento decírtelo. Si, a partir del “a mí nada, ¡qué me va a pasar! lo dejas correr te aseguro que, tarde y a destiempo, quien así se expresa va a desenterrar el hacha de guerra.

La importancia de la comunicación la pareja

La forma que tenemos de comunicarnos es importantísima en la relación de pareja. Una alteración del timbre de voz, un poco de énfasis a la hora de hablar y, como no tengamos cuidado, ya está el lío montado.   

Y no es que no comuniquemos, porque la realidad es que comunicamos siempre. Comunicamos con el gesto, con el silencio, con la palabra, con la mirada, con lo que no decimos pero pensamos… Con lo que escuchamos y con lo que no escuchamos.

Por otra parte, una inagotable fuente de conflictos se produce por la falta de escucha al otro. Es decir, oír, oír, lo que se dice oír, en general sí que oímos. Pero, oír no significa necesariamente atender y, mucho menos, escuchar.

En la relación entre dos personas, escuchar implica, entre otras cosas, una atención plena y hacer que la otra persona se sienta única. Aquí está el “quid” de la cuestión. Si cuando la otra persona está hablando yo estoy “de cuerpo presente y espíritu ausente”. Si hago como que escucho pero mi mirada divaga y mi atención está enfocada en mí mismo y en lo que voy a responder, esa comunicación será infructuosa.

Porque, si me estoy escuchando a mi mismo o peor, mientras genero MI propio castillo de naipes, aumentaré el conflicto ya existente.

¿Sabes a qué me refiero con esto del castillo de naipes? Consiste en escuchar algo que el otro no ha dicho, ni ha pensado, ni existe. Es decir, es un producto de mi imaginación. Y ocurre muchas veces. A mí me ha ocurrido y a mi esposa, también.

La escucha activa, la mejor herramienta

Por lo tanto, entra en escena un nuevo (e importantísimo) elemento: la escucha activa. Y de ésta, de la escucha activa, hablaré bastante en este blog.

La escucha activa significa poner nuestros cinco sentidos en captar y entender lo que la otra persona nos quiere decir. Cuando haya dudas, puedes utilizar dos preguntas:

¿Me he explicado bien?

¿Hay algo que me quieras preguntar?

En cualquier caso evita el «¿me has entendido?» Y, mucho menos el «¿has entendido algo?«

Con las dos primeras preguntas soy yo el que parte de la base de quizá no me haya explicado adecuadamente. Con las dos últimas puedo transmitir que la “culpa” de la falta de entendimiento sea del otro y no mía.

Esto nos lleva a diferentes estilos de comunicación existentes. Pero de eso, hablaremos en próximos artículos. Porque el conflicto, como la Guerra de los Rose, da para mucho.

De momento te dejo varias reflexiones y alguna incógnita, como con las ecuaciones.  

  • El conflicto matrimonial es INEVITABLE.
  • El conflicto matrimonial se puede solucionar de manera positiva.
  • Cómo nos COMUNICAMOS es esencial. Recuerda que con la palabra no transmitimos más allá del 5%. El otro 95% es comunicación no verbal.
  • Escuchar bien, mediante la ESCUCHA ACTIVA, es fundamental.

Y un avance en la resolución de conflictos: claridad, asertividad y generosidad con una pizca de humildad (si te pasas con la pizca no pasa nada).

Recuerda que, como decía mi abuela, dos no pueden si uno no quiere. En contrapartida, uno más uno puede ser multitud, igual a infinito que dice el director de cine Juan Manuel Cotelo.

Aquí te dejo por hoy con este artículo sobre el conflicto matrimonial para que vayas buscando tú mismo soluciones. Y, por supuesto, si las quieres compartir conmigo o quieres hacerme alguna consulta, aquí me tienes para ayudarte en todo lo posible.