Hay una palabra que me acompaña desde que tomé la iniciativa de formarme en esto del Coaching. Un término sencillo y simple pero que para mí le aporta todo el sentido y valor a esta labor de coach que tanto me gusta y me llena: el acompañamiento.

Hace unos días, leyendo precisamente El Diario Vasco, soy guipuzcoano y quería saber qué había hecho la Real en su último partido, me topo con este artículo: “La industria de la motivación” (DV, domingo, 23 de octubre de 2022). Confieso que me picó la curiosidad, me lo he leí del tirón y fue una fuente de inspiración, o algunas ideas, han surgido, para este tema que voy a tratar hoy.

En el artículo hablaba su autor de como“la pandemia, la incertidumbre y la necesidad de los ciudadanos de potenciar áreas personales como el liderazgo y el bienestar han provocado un auge nacional del Coaching. Algunos de sus rostros son estrellas que reúnen más de un millar de personas en sus eventos”. Con otro subtítulo muy sugerente: “El “boom” del sector lleva a los expertos a advertir de que no basta con haber sufrido un duro revés en tu vida y recuperarte para servir de guía a los demás”.

Complicado asunto: servir de guía a los demás.

Volvemos al gurú, al guía, al mesías. Como Mesías sólo ha habido uno, porque el resto son falsos, sólo me quedo con la figura del gurú o la del guía. Y en esto, el Mesías, que para eso lo era, ya nos advirtió: cuando un ciego guía a otro ciego, uno al menos va a caer en el agujero.

Veamos lo que dice la gran maestra de la palabra en español, la Real Academia Española en su Diccionario panhispánico de dudas a propósito del gurú: en el hinduismo, ‘maestro espiritual o jefe religioso’ y, en general, ‘persona a quien se reconoce como maestro o guía en un ámbito determinado’. Procedente del hindi, ha pasado a nuestra lengua a través del inglés o del francés”.

La cosa es que volvemos a confundirnos.

Está muy bien entretener, ser divertido, largar una charla entretejida de anécdotas durante 45 minutos y cobrar a precio de oro. Pero, te pregunto… ¿de verdad necesitas para vivir una vida más plena y con sentido pasar por unas brasas ardiendo? ¿Necesitas tirarte en paracaídas para sentirte invencible? Y, sobre todo, una vez que ya hemos escuchado, ¿con qué nos quedamos? ¿Qué llevamos a la práctica? ¿Quién nos acompaña? ¿Qué descubrimos en nosotros mismos para ser mejores, más felices y hacer más felices a quienes nos rodean? ¿Con quién compartimos una conversación que nos haga pensar, interiorizar, descubrir y que nos rete a poner en práctica aquello que hemos descubierto? ¿Quién nos acompaña en este viaje desde donde estamos ahora hacia dónde queremos estar?

Más allá de la motivación. La necesidad de ir acompañados

Respecto a esto último, que acabo de mencionar, va lo que es el Coaching y el acompañamiento. Lo otro está muy bien como entretenimiento en un congreso. De hecho, hace poco tuve la oportunidad de participar en uno de ellos como ponente y, poco antes de mi intervención intervino un extraordinario mago cuya actuación se titulaba: “charla motivacional”. La intervención del mago y sus alusiones motivacionales entre truco y truco lograron arrancar muchos aplausos, entre ellos los míos. Porque, la verdad, era muy bueno.   

Que conste que hay conferenciantes y motivadores extraordinarios. Los hay que son maestros. Personas que no son sólo motivadores al uso sino verdaderos referentes. Que piensan, escriben, transmiten, divulgan y hacen pensar. Pero, una vez escuchada la conferencia, tras leer sus libros es preciso poner en práctica sus consejos. Y, sobre todo, descubrir en nosotros mismos los valores que nos van a llevar a las virtudes. ¡Ellas sí, harán que nuestra vida sea más plena y más feliz!

Después de la conferencia viene aquella frase que, pronunció en voz alta, un asistente a una de las charlas motivacionales que escuché en un congreso: “ahora va a hablar Fulanito; a ver cuánto nos dura”. Y es que escuchar a un motivador es bueno, pero no es Coaching. Mucho menos, acompañamiento. De la misma manera que escuchar un buen sermón en una Misa no te hace mejor católico. Es necesario, pero no suficiente.

Tras la Misa, el sermón o la charla hay que rezar, que pensar, y que actuar. Pasa lo mismo con un buen taller, con un buen libro o un buen curso. Después, o practicas lo aprendido o se olvida. Y aquí está el quid de la cuestión.

Coaching y acompañamiento. El tándem perfecto

Para practicar lo aprendido o para aprender aprendiendo viene bien hacer examen de conciencia y tener propósito de la enmienda. Por supuesto, siendo muy sincero y claro. Pero resulta imprescindible que alguien nos acompañe.

Y el buen coach hace justamente eso: acompañar. No tanto guiar sino hacer que la persona acompañada encuentre en su interior aquellos resortes que le van a plenificar. Salvando aquellas carencias que, de continuar en soledad, sin “ese” adecuado acompañamiento no va a poder superar. Y el acompañamiento personal es algo más que hacer Coaching.

Porque, siendo importante, el Coaching, si lo limitamos a conseguir que la persona se centre en adquirir unas determinadas habilidades o supere tal o cual meta (la que sea) no va a hacer que la persona sea más plena y por lo tanto más feliz.

Para alcanzar la felicidad, tanto en momentos puntuales como, sobre todo, estructuralmente, es decir, duradera en el tiempo, no sólo hemos de superar metas. Hemos de alcanzar cimas personales además de ser capaces de superar nuestras propias barreras teniendo presente que somos seres relacionales, seres humanos en relación con otras personas.

Y es aquí en donde la perspectiva cambia radicalmente.

Si tengo como meta tener una economía personal saneada y lo consigo con el acompañamiento de un coach, fantástico. O lo que quiero superar el miedo a volar y lo consigo volando en un avión y lanzándome en paracaídas, fabuloso también. Si quiero triunfar en los negocios y consigo alcanzar o reforzar mi capacidad de comunicación y liderazgo en la empresa y lo logro, pues genial. Metas conseguidas. ¿Y?

Una pregunta incómoda. ¿Y?

El interrogante “¿y?” nos lleva al cuestionamiento.

Ya tengo dinero, soy capaz de volar sin sentir ansiedad anticipada y, además, soy el líder de mi equipo en la empresa. Como añadido, tengo reconocimiento y estatus social. Si esto lo he conseguido con un buen coach que me ha acompañado estaremos de acuerdo en que el coach  es bueno. Pero la pregunta, ¿y?, ¿y ahora qué? … sigue ahí.

Porque la cuestión para ponerla en la perspectiva de un verdadero acompañamiento, como muy bien enseña Xosé Manuel Domínguez Prieto, va más allá del desarrollo del deseo de la persona y va a buscar el para qué. Y es que sólo respondiendo a ese “para qué” personal, seremos capaces de soportar cualquier cómo, según decía Viktor Frankl.

El éxito individual, el éxito que se pregona desde el “tú puedes!”,  el  “todo lo tienes dentro de ti”, o “saca lo que llevas dentro”, sin un fin vital, sin un sentido vital, sin ese para qué realmente interiorizado, se nos va a caer como un castillo de naipes en cuanto llegue un pequeño tropiezo. Sin ir más lejos, por ejemplo, la entrada en la jubilación, la enfermedad, un revés económico o el atisbo de la muerte.

Por eso, la “industria” de la motivación sirve más bien de poco, por no decir que de nada. Escuchar a un buen motivador es otra cosa. Seguirlo, leer sus libros, implica dar otro paso más allá. Mantener sesiones de Coaching con un buen coach para superar o alcanzar una meta u objetivo individual significa otro paso más. Pero… siendo todos ellos necesarios no son suficientes.

El acompañamiento y el sentido vital

Descubrir el sentido vital, el “para qué” de la vida de la persona en relación con las demás que le rodean. Ser capaces de superar nuestros miedos y barreras. Alcanzar metas, dotando a esos retos de un sentido participativo, donativo, de entrega, de relación con, de ser mejor yo y hacer mejor a quien tengo cerca… Eso, es de otro nivel.

Cuando encuentras ese “para qué” estoy aquí, qué quiere Dios de mí, o, al menos, qué y cómo quiero trascender y qué quiero dejar como legado, cómo quiero que se me recuerde, respondiendo al qué se espera de mí, haciendo fructificar los talentos que tengo,  poniéndolos al servicio de las personas que me rodean y de la sociedad, ese es el nivel que se puede alcanzar mediante el acompañamiento integral.

Y este afecta, ahora sí, no tanto a la consecución de un deseo individual concreto sino a la totalidad de la persona. Ese es el nivel que alcanzan los sabios y, desde luego, los santos. Te aseguro que no es fácil, pero sí posible.

Me despido recordándote que si quieres plantearme alguna consulta sobre este tema o deseas recibir información más detallada acerca de cómo es mi Coaching basado en el Acompañamiento Personal, no dudes en contactar conmigo. Ya sabes que siempre me gusta escucharte y, por supuesto, acompañarte si tú también estás por la labor.