Cada día estoy más convencido del valor y la importancia de estar ocupado. Y hacer todo lo posible por mantenerse así a medida que pasan los años.

Para hablar de este tema, comenzaré por una situación personal que acabo de vivir.

Tras dos semanas en el hospital cuidando a un familiar joven y muy enfermo me esperaba otra semana de aúpa.

En concreto, un congreso al que iba sólo. Y ya se sabe: reuniones con personas conocidas algunas y desconocidas otras a puerta fría, intercambiar tarjetas con personas a las que no conoces pero con quienes te interesa conectar por cuestiones profesionales. Y que, cuando uno es tímido por naturaleza, aunque ya esté curtido en estas lides, cuesta un poco.

En cuanto llegué a la habitación del hotel, tras dejar cada cosa en su sitio, salí camino de la casa de mi hija para cenar con ella y con mi yerno. Y achuchar un rato a mis nietos.

La visita era sorpresa para los peques. Pero, el sorprendido fui yo.

Las pilas físicas las llevaba más bien descargadas. Cuando llegué a casa de mi hija, yerno y nietos estaba físicamente muy cansado. Cuando salí, no sólo estaba cansado; estaba reventado pero con las pilas recargadas hasta los topes. ¡Cómo dormí esa noche!

A partir de ahí, me esperaban dos días frenéticos. Congreso, ponencias interesantes, reuniones reducidas, talleres, comidas y cafés de trabajo, nuevos contactos que hay que consolidar y muchas ideas anotadas en mi gestor de tareas. Todo ello aliñado en los entreactos de llamadas y reuniones por videoconferencia desde el móvil. En definitiva, dos jornadas maratonianas en las que saludé a un montón de gente.

Mi “particular método de recarga de pilas”

Regresaba al hotel cada noche muy cansado pero también muy contento. En el hotel, la misma rutina en los dos días: una ducha rápida, cambio del traje de faena por uno más cómodo para ir a cenar a casa de mi hija. Y nueva recarga de pilas.

Con mis nietos, la recarga de pilas consistía en contar cuentos antes de que se fueran a la cama, cambiar algún pañal, cena y al filo de las once de la noche vuelta al hotel. Bien cenado, en una compañía insuperable, tras un ratito de oración personal, otra vez a dormir como un lirón.

Al terminar el congreso aproveché para quedarme una noche más. Asistir por videoconferencia, desde la casa de mi hija a otra reunión, bastante larga pero de gran interés, y a la carretera de vuelta a casa, donde me esperaba mi esposa.

Recapitulemos y veamos a dónde quiero llegar. La situación es la siguiente:

  1. Dos semanas en el hospital con un tema familiar grave.
  2. Una semana laboral potente en donde cada día era una aventura. Esto es, uno planifica, más o menos, lo que desea hacer y cada día trae un afán diferente e inesperado.
  3. Viaje, congreso, reuniones y cansancio físico y, si no te cuidas y desconectas, mental.
  4. Noticias preocupantes cada día: coronavirus, economía, partidos políticos y guerra en Ucrania. Si te dejas atrapar por los medios de comunicación te incomunicas, no haces nada y sufres. Sobre esto hablaré en otro artículo.
  5. Y, en mi caso, la desconexión diaria: o mi mujer, o mis hijos y nietos, oración personal, o todos ellos, aseo y dormir bien.

Pero los nietos son una terapia espectacular de alto nivel. Como no tienen frenos mentales, bucales ni físicos y requieren cuando estás con ellos TODA tu atención, la desconexión es total.

Si, además, están en los cuatro, dos y un año resulta que, aunque estés cansado se te tiran encima. Tú te tiras a la alfombra  y luego ya te levantarás como puedas, les cuentas dos cuentos “per cápita” (en principio era uno, pero ya se sabe…) y generas bienestar a raudales.

La importancia de estar ocupado

Los abuelos, mientras estamos en edad de ayudar y aún activos laboralmente, como es mi caso, podemos apoyar a nuestros hijos, aportamos la experiencia de la vida. Y, con humildad, ofrecemos la oportunidad de mediar en los inevitables roces de la convivencia porque ya hemos pasado por ellos.

Los nietos ven referentes de vida. No tanto vidas ejemplares pero sí, al menos, un ejemplo de vida y de ayuda. Los abuelos ayudamos. Estamos dispuestos o, mejor aún, somos disponibles. Y es esa disposición la que, en combinación y, bajo la tutela de los padres, en este caso, nuestros hijos y esposos, procura educación, respeto, valores y educación en una ética y virtudes concretas.

Por si fuera poco, resulta que recientes estudios demuestran que involucrarte en el cuidado y educación de los nietos, dando amor y recibiendo mucho más de lo que das, te ayuda a mantenerte en forma física, mental y espiritual.

Tu actividad física se refuerza, estimulas la producción de oxitocina, la llamad hormona del amor además de endorfinas. Y ambos neurotransmisores provocan una sensación de paz y bienestar inenarrables. Parece demostrarse en los estudios realizados que vivimos más y en mejores condiciones.

Si, además, como es mi caso, llevas casi cuatro décadas de matrimonio, te mantienes mentalmente activo, amas a tu esposa mucho más que cuando la conociste, trabajas profesionalmente y colaboras en las tareas del hogar, resulta que la felicidad la tienes en cada minuto del día.

A veces me preguntan: ¿cómo lo haces? La respuesta es muy sencilla: una buena aCtitud, con C de Cuenca y llenar el día con una actividad ordenada.

Me decía un buen amigo: cuando busques a alguien para que te ayude, busca a alguien que esté muy ocupado y que tenga una buena disposición de ayuda al prójimo. ¡Ya ves la importancia de estar ocupado!

Y esto, que puede parecer un contrasentido, resulta una verdad enorme.

Antes de despedirme, te propongo poner en práctica estos 5 puntos que, por experiencia, te aseguro ayudan (y mucho) a sentirte bien mental, física y espiritualmente:

  1. No te preocupes, ocúpate.
  2. Si estás laboralmente activo: trabaja con ilusión. Tu trabajo forma parte de la cadena de valor de ayuda a los demás. Sea cual sea el que hagas.
  3. Si tienes hijos y nietos, ayúdales. Es decir: sigue trabajando. Mantente activo.
  4. Si no los tienes búscate alguien a quien ayudar. Gracias a Dios, oportunidades no te van a faltar. Sólo es cuestión de salir de uno mismo.
  5. Tómate un rato para ti y reza un poco. No sólo medites, reza. Que lo uno es compatible con lo otro.

Y luego, tras hacer la prueba, si te apetece, puedes contactar conmigo y me cuentas qué tal ha sido la experiencia. ¡Me gustará escucharte!