Me decía mi padre que a andar y a hablar se aprende en “gerundio”. Es decir, andando y hablando. Y creo que algo parecido ocurre con comunicar. A comunicar, se aprende comunicando.

Si hablamos de procesos se supone que primero habría que estudiar qué es y cómo comunicar. Después, practicar lo aprendido sobre comunicación. Y, por último, tras el estudio y la práctica, pasar a la acción de comunicar eficazmente.

Pues bien, falso.

A comunicar aprendemos como los bebés a andar. Primero se ponen a cuatro patas, luego gatean, después levantan el culete y, un buen día, con el consiguiente alborozo, dan su primer paso. Se caen, ríen y se vuelven a levantar agarrándose a la primera pierna conocida que encuentran.

Así que hoy, querido lector, vamos a practicar la técnica del “gateo en la comunicación”.

¿Qué es comunicar y cuándo comunico?

Partimos de la base de que comunicar bien es trasladar algo a otra persona o grupo que queremos que ésta o aquel entiendan correctamente, que el entendimiento sea libremente asumido, cordialmente aceptado y, en la medida de lo posible, hecho suyo.

Si hablo, me comunico. Al callar, me comunico. Cuando siseo, me comunico. Si grito, me comunico. En el momento de gesticular, me comunico. Y, si me quedo como un pasmarote ante otro que me interpela, también me comunico. Así que, primera noticia: tú y yo comunicamos incluso cuando no queremos comunicarnos.

Por ejemplo, si pego un portazo, me meto en mi cuarto , me pongo el pijama y me voy a la cama sin cenar, cualquier avezado lector entiende que estoy comunicando que estoy enfadado.

Lo puedo comunicar mejor o peor. ¡Eso es otra cosa! Pero, doy a entender que estoy enfadado. Si, como consecuencia de mi enfurruñamiento, me he ido a la cama sin cenar y a las dos de la mañana me levanto sigilosamente intentando que mi mujer no levante una ceja (cosa por lo demás, harto improbable) y asalto el frigorífico como un pirata, comunico, además, que estoy hambriento.

Así que ya ves, querámoslo o no, comunicamos a todas horas.

Qué otras cosas son “comunicar”

Tras lo leído, tú dirás, ¿qué tiene que ver esto con la empresa? ¿Y qué relación hay aquí con generar un equipo de trabajo de alto rendimiento? ¿Y qué vínculo con el equipo de una multinacional nada familiar en donde, tras sesudos estudios, se escribe una colección de tomos sobre comunicación que llenarían la biblioteca de Alejandría?

Pues sí, aunque no lo parezca, tiene mucho que ver. ¿Sabes por qué? Comunicar implica realizar acciones de lo más comunes y cotidianas y… hacer equipo.

Comunicar supone dar órdenes, decir que sí y que no. Señalar límites, proponer objetivos, delegar y asignar responsabilidades. Ser claros, aunque no burros. No perder los papeles, calmar la voz, susurrar cuando tienes ganas de gritar, bajar la voz cuando el otro la sube. Ponerte una nariz de payaso tonto cuando hay alguien con cara de Orco recién salido del Mordor más profundo. Y, también, cuando es preciso, pegar una buena palmada en la mesa y decir: señores, hasta aquí hemos llegado. Esto es lo que yo llamo el “TUR”, o la tarifa de último recurso. Que, a veces, también hay que aplicar.

Un recurso a la hora de comunicar, al hablar, es preguntar. Cuestiones como, ¿me he explicado bien? O, ¿he sido claro? Estas expresiones vienen a sustituir al ¿me habéis entendido?  Que parece, o da a entender, que tu audiencia es tonta. De este modo, quien transmite. Es decir, yo, soy lo suficientemente claro como para que mi equipo, mis subordinados o mi audiencia (la que sea), haya entendido lo que he querido trasladar. Desde aquí te animo a que pruebes a incluir este tipo de preguntas al comunicarte. ¡Verás qué buenos resultados aportan!

Qué falla cuando se quiere comunicar bien

En ocasiones, además de fallar la comunicación, lo que flaquea es comprobar si nos hemos explicado bien y si quien recibe el mensaje ha entendido correctamente. Y para esto hay que preguntarse y preguntar.

Si no se pregunta no se produce la retroalimentación necesaria. Y, entonces, no sabemos cómo va salir la cosa. Es decir, comunicar no es ordenar. Por supuesto, se puede comunicar ordenando, a veces no queda otra. Pero, no es lo mismo.

Cuando hacemos algo que queremos transmitir debo comprobar que he trasladado adecuadamente lo que quiero comunicar, que el otro me ha entendido y que ambos hemos sintonizado en la misma longitud de onda. ¡Qué serio me he puesto!

Pero es que es así. Comunicar es trasladar a una persona o a un grupo algo de lo que quiero que se enteren y que entiendan.

Si mi mensaje llega claro y, además, se me ha entendido. Cuando procuro ser conciso, concreto y breve habrá menos errores en la transmisión. Y si dejo claro que del cumplimiento de una orden depende el éxito o fracaso de una misión y consigo que quienes lo deben aplicar se adhieran personalmente a esto que estoy transmitiendo, entonces tendré éxito.

Por el contrario, si traslado bien, soy claro, conciso, breve y, además, un energúmeno, habré dejado todo muy claro, no habrá errores de partida, pero a la que puedan me la van a jugar. Por burro.

Decía Peter Drucker que “gestionar es hacer correctamente las cosas, mientras que liderar es hacer las cosas que son correctas”. No lo olvidemos. Cuando comunicamos, tenemos que trasladar aquello que es correcto y ser coherentes con lo que hacemos y decimos.

Las reglas de oro de la palabra hablada

Mis grandes amigos y maestros de oratoria, Ángel Lafuente y Enrique Pérez Urreisti, señalan las que, para mí, son las mejores reglas de oro de la palabra hablada.

Y, antes de despedir esta publicación, me gustaría compartirlas.

  1. Piensa primero. Nunca la palabra antes que el pensamiento.
  2. Sé educado contigo mismo y con el prójimo. Evita interrumpir la frase o idea.
  3. Sé breve. De esa forma, cometerás menos errores y no aburrirás. Usa frases breves.
  4. Mira y cuestiona. Mirada interpelante.
  5. Sé tú mismo, no tengas miedo. Gesto libre.
  6. Maneja el silencio. Deja tiempo y respeta los silencios.
  7. No quieras meter más de lo que puedes y debes. Velocidad posible y adecuada.

Y Enrique, por su parte, señala que al hablar hay que hacerlo desde dentro. Con los 3 amores al descubierto:

  1. Amor a uno mismo.
  2. Amor al mensaje.
  3. Amor al destinatario.    

Porque, y termino, si no me amo a mí mismo ¿qué voy a comunicar salvo acidez o amargura? ¿No crees?

En conclusión, comunicar implica trasladar a otro, u otros, algo que quieres que entiendan, que asuman y que hagan suyo. Y eso es, de por si, ya un arte. Pero recuerda que no estoy hablando de manipular sino de comunicar bien. De comunicar liderando que es otra cosa.

Así que ya ves, la mejor forma de aprender (y lograr) comunicar bien y de forma eficaz es comunicando. Te animo a poner en práctica estas indicaciones que he compartido. Y no dudes en contactar conmigo si quieres hacerme alguna consulta o si necesitas que te ayude en el complejo arte de comunicar. ¡Aquí me tienes!