¿Te has parado a pensar alguna vez en el lado positivo de las cosas? Sí, “positivo”, aunque en este momento ese término tenga connotaciones que no lo sean tanto.

Antes de entrar en faena, te adelanto que todo esto que voy a decir aquí lo he experimentado ya en primera persona. Y, después de vivirlo, me reafirmo en ello: todo en la vida tiene su parte buena. Aunque, dependiendo del caso y de la situación, haya ocasiones en las que nos cueste entenderlo y, sobre todo, asumirlo.

Justo en Nochebuena, estaba terminando un artículo en el que hablaba del reencuentro por Navidad sobre las 18:50 horas. Es decir, dos horas y diez minutos antes de dar comienzo en familia al ritual navideño:

  1. Bendición del Belén
  2. Lectura del Evangelio
  3. Canticos navideños, villancicos con mi mujer a la guitarra y el resto, hijos y nietos acompañando con cualquier cosa que suene y…
  4. La cena en familia

En ese momento, suena el teléfono a las 18:52. Me encontraba, como ahora, frente al teclado.  Y quedaban dos horas y ocho minutos para el inicio del ritual. Me preguntan:¿Es usted Juan Mª López Osa?

Sí, respondo.

Mire, le llamo del laboratorio de análisis de la Clínica donde se ha hecho hoy dos pruebas, un test de antígenos y una PCR. ¿Me puede decir para qué se las hecho?

Sin problemas. Por simple precaución. Desde el lunes me duele y pica la garganta y como hoy tengo una cena en familia y una persona está un poco delicada y mañana comemos con mi padre que tiene 92 años, pues, por eso, por precaución.

Y, sin tiempo para que me diga nada, añado: el de antígenos de cara a la cena de hoy pero, vamos, que estoy tranquilo, porque ya me han enviado el resultado por email y es negativo.

Ya pero es que en la PCR ha dado usted POSITIVO.

Yo, con los ojos desorbitados: ¿Cómo? No puede ser. ¿Seguro?

Desde luego. El resultado es claro. Tiene usted que confinarse ipso facto.

Y desde esa hora y día, estoy confinado y de okupa en la ex habitación de mi hijo.

A partir del ese momento se suceden los acontecimientos.

Primero. Desbandada general. Como acababan de llegar, y casi ni les saludé, hijos y nietos salieron pitando. Uno acababa de llegar de Madrid. Se fue a cenar con un amigo y le saludé por la ventana.

Segundo. Aún en shock, hago el traslado de cuarto. Es un decir, claro, porque se trataba del traslado del pijama y zapatillas.

Tercero. Acepto la(s) reprimenda(s) propias del momento. ¡Si es que eres un imprudente! Seguro que te quitaste la mascarilla en alguna de tus múltiples reuniones, a saber lo que haces cuando no estoy delante, es que no se te puede dejar solo…

Así que tras aguantar los piropos propios dirigidos al supuesto imprudente (supuesto porque ni yo ni los médicos tenemos repajolera idea de dónde, quien o cuando me he podido contagiar) y reconducidas las aguas a su cauce, hechas las paces esponsales, instalado en la celda de aislamiento, he estado seis días hablando con mi mujer por la puerta y recogiendo las comidas desde la misma sin el más mínimo contacto físico ni visual.

Pero como te decía en mi artículo, dedicado a cómo vivir la Navidad, una vez digerida la mala uva transitoria, y aunque estés solo, la Navidad es alegre.

Encontrar el lado positivo de las cosas

Resulta que esto del aislamiento tiene su lado bueno si estás bien. Me explico.

Gracias a Dios estoy perfectamente, al menos por ahora. No tengo fiebre y aunque la garganta pica un poco y, a veces, por la noche, me duele la cabeza, lo cierto es que ni estoy ingresado en  un hospital ni, mucho menos, en una UCI. Doy gracias a Dios por ello. Y vamos con el lado positivo de las cosas.

Seguro que estarás pensando… ¿pero qué lado positivo con ese panorama navideño?

Tengo el ordenador delante y la cama detrás. Cuando me canso me doy la vuelta y me tumbo. Cuando me aburro de estar tumbado me levanto y escribo, rezo, medito, veo alguna película o documental y escucho música. Cuando tengo hambre pido la comida a su correspondiente hora. Y todo ello sin nadie que me diga ¿qué estás haciendo?

La verdad, echo mucho de menos a mis hijos y nietos pero… ¡qué paz! Poder leer y escribir sin interrupciones, ni tener que cambiar un pañal porque una hija no llega y mi yerno no está. Así que sí. Resulta que el aislamiento se va a convertir en un período fecundo.

Y luego está el cómo te lo tomes.

Confieso abiertamente que el primer día, es decir, el día de Navidad, estaba “más enfadado que un mandril” (es una expresión de mi mujer). Pero el domingo me pasaron dos cosas que quiero compartir aquí.

Cogí al azar un libro de los que tengo en la biblioteca del cuarto de confinamiento. Un buen libro de los que ayudan, de los que te acompañan. Y en el libro decía: escribe al menos diez cosas por las que debes dar gracias. Me han salido más de veinte y podría seguir sin parar. Y cuando me han comunicado que a una persona muy querida la estaban operando, en condiciones muy serias, he pensado: ¡qué tonto eres Juanma!

Esperanza, desesperanza y acompañamiento

En este tiempo de autoconfinamiento también he pensado en varias personas que no tienen Fe. Con una de ellas charlé hace poco y vi en sus ojos, o así me pareció, una sensación de honda tristeza. A las pocas horas, una amiga me compartía otra confidencia de una persona a la que se le había muerto un familiar, no por coronavirus. Porque, hay que decirlo, la gente se sigue muriendo y a veces a la muerte se le agrega la soledad de esta pandemia. La confidencia decía: “aunque yo no tenga fe, reza por mí”.

Al atardecer de la vida te examinarán del amor, decía San Juan de la Cruz. Y ahí, a esa persona, a su familia, se le acompañó y se le sigue acompañando.

12 Formas de aprender a encontrar el lado bueno de las cosas

#1 – Descéntrate

En lugar de centrarte en el prójimo te habías centrado en ti mismo. ¡So melón!, me he dicho para mí mismo. Luego escuché la Santa Misa por Internet, la ofrecí y ahora puedo estar confinado y sin quejarme por muchos días. No tengo más que motivos para dar gracias a Dios. Sí, me ha vuelto a visitar el «bicho» (es la segunda vez que me visita el coronavirus) pero creo que esta vez ha venido más débil. Y, a mí me ha venido bien para «repensar mi vida» y convertirla, de una vez, en una vida de servicio al prójimo. Una cosa es la teoría y otra “servir”.

#2 – Arde y da calor

¿Y las campanadas? Las veré, si es que las veo, en el ordenador con una latita de uvas peladas que mi mujer ha comprado (una para mí y otra para ella) y nos felicitaremos el año a través de la puerta, por WhatsApp o como sea. Y será una alegría contagiosa, mucho más que el virus de marras.

Nos uniremos en familia por video llamada, si es posible. Y, si no, como se hacía antes, por teléfono. Pero, aunque no podamos abrazarnos, nos estaremos dando el calor que la verdadera compañía proporciona.

#3 – Vibra al unísono

¿Y la compañía? ¿Y el estar juntos? ¡No pasa nada!

La verdadera alegría, la que nos hace más plenos, no implica sólo el abrazo, que también. Sino, sobre todo, el encuentro. Y ese encuentro se produce cuando hay vibración al unísono. Cuando, con nuestras diferencias personales, con nuestro carácter y temperamento, y, a veces, a pesar de ellos, hay unidad en lo esencial.

Me refiero a esos valores que marcan las líneas más profundas de nuestro actuar como seres humanos y como verdadera familia. Una familia que se abre para acoger también en su seno a amigos de verdad. A amigos a los que quieres y que te quieren. Esos con los que sabes que puedes contar de verdad.

#4 – Cambia tu mirada

Los días navideños son también un buen momento para salir de nosotros mismos, dirigir nuestra mirada hacia ese Niño que ha nacido y sigue en nuestra casa como en su verdadero hogar. Te animo a volver a ser Niño. Sorpréndete y déjate sorprender.  

#5 – Amplía el círculo

Tira una piedra y hazla rebotar en el agua. Cambia tu mirada y dirígela a tu prójimo, comenzando por los más cercanos. Y busca a tu prójimo en círculos que vayan más allá. Sé tú como una piedra que rebota en el agua y que dibuja esos círculos concéntricos que se expanden hasta el agotamiento. Y en el primer círculo, ese círculo diana a partir del cual salen los demás, ten en cuenta que estás tú. Dirige tu mirada hacia tu interior. Y, desde ahí, hacia los demás.

Entonces, si como yo, eres creyente, no te olvides de dirigir tu mirada a Dios. Él te va a iluminar para que seas luz para los demás. En cualquier caso haz ese esfuerzo de lanzarte al agua como una piedra plana, llegues hasta dónde llegues. Te sentirás en paz y sabrás que estás haciendo todo lo que puedes. 

#6 – Planifica. Pero no mucho

Una cosa es tener un espíritu grande que te impulsa a hacer grandes cosas y otra planificar en exceso. El final del año y el comienzo de uno nuevo siempre es una ocasión para repensar nuestra vida y planificar qué queremos. Busca aquello que, de verdad, anhelas. Aquello que esté en plena sintonía con tus valores más profundos y… escríbelo.

#7 – Bien enraizado, sé flexible

Ten en cuenta que, una vez escrito, has plasmado lo que quieres. Después, diariamente, semanalmente, mensualmente, ya lo irás concretando, retocando y adecuándolo a las circunstancias. En esa adecuación, con disciplina, pero con flexibilidad, radica el éxito.

Recuerda, como dice la Escritura que la caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará”. Para ello se necesitan un buen enraizamiento. Mirando al Cielo, con los pies en la Tierra. ¡Siempre adelante y hacia arriba1

#8 – Pide perdón

Ya has hecho planes que irás desarrollando en los próximos días y meses. Y ahora, ¿qué tal si pedimos perdón? Cada inicio del año, tenemos un buen momento ante nosotros para pedir perdón a quienes hemos ofendido. Puedes comenzar por los más cercanos, tu mujer, tu marido, tus hijos, tus padres, a quienes no hemos visitado y también a aquel que me necesitaba y a quien por comodidad, desidia o mala uva no he visitado, llamado o consolado.

#9 – Da gracias

Por todo lo que tienes, por lo que has vivido, por los sinsabores y alegrías. Porque estás aquí. Porque has sido capaz de sufrir y sigues vivo. No sabes lo que te queda ni yo tampoco. Así que aprovecha cada minuto. Planifica sí, pero vive ahora.

#10 – Ten Fe

Cree y ten fe. En ti mismo, en los demás, en Dios. Sólo quien tiene fe es capaz de vivir cada minuto, cada hora, cada día. Porque sabe que lo que busca va a llegar. Y, mientras llega, disfruta del día.

#11 – Mantén viva Esperanza

Desde el presente hacia el futuro. Quien tiene Fe, tiene Esperanza. No me gusta nada ese refrán que dice “el que espera, desespera”. ¡Bórralo refrán de tu mente! El que espera lucha y pelea. Contra sí mismo, contra los elementos o contra los vampiros que te roban tu fuerza. Nunca desesperes.

Plantéate retos. Cada minuto, día y hora es un reto. ¿Sabes que los monjes tienen su día repleto de actividades? Una actividad es el descanso. Pero, como me decía una vez una monja: “no sabe usted. la de cosas que se pueden hacer en quince minutos”. Y tiene razón. Pero sólo se logra si se vive el presente con la esperanza cierta de saber que lo que buscas te está esperando. Me puedes decir: ¿y si no lo consigo? Es difícil que no lo logres pero puede ser. Ahora bien, te respondo: ¿y lo bien que te lo habrás pasado intentándolo?

#12 – Ama. Caridad

Y siempre, siempre… con comprensión. Poniéndote en el lugar del otro. Amando. A ti mismo, a cada ser que te rodee o con quien te encuentres. Te diré más: sólo vas a ENCONTRAR-TE si te amas y amas. Sé caritativo contigo mismo y con los demás. Verás qué feliz eres.

Y, si de vez en cuando (o en múltiples ocasiones como a mí me pasa), tienes el gatillo fácil, vuelve al punto 8 y sigues hasta el 12. Con una sonrisa…¡a repetir lo que haga falta!

Antes de despedirme, me gustaría compartir contigo un “punto extra”. Cómprate una nariz de payaso. Para que, cada vez que te desanimes, que pierdas los papeles, que te enfades contigo mismo o con los demás, te la pongas. Asegúrate de tener varias y así las llevas en la chaqueta, en el bolsillo del pantalón y en la guantera del coche. Hace milagros. ¡Créeme!

Desde mi confinamiento te envío mis mejores deseos de Paz y Bien para el nuevo año. Y te recuerdo que aquí me tienes si crees que puede ayudarte mi coaching a encontrar el lado bueno de las cosas.