Nadie duda de que caer en las compras compulsivas se ha convertido no solo en algo habitual sino en un enorme problema para muchas personas de todas las edades.
Hace poco, mientras oía la radio, escuché no menos de media docena de veces, las palabras Black Friday, Friday Days, Early Black Friday, Early Black Friday Days… En fin, me he perdido. Y, para finalizar el Cyber Monday, por si nos faltaba algo.
La curiosidad fue tal que me dio por analizar qué es esto del “viernes negro”. Y por qué, con un nombre tan poco apetecible, las multinacionales del comercio y la distribución hacen su particular agosto. La cosa es que, el dichoso Black Friday, no deja de ser otro invento más del marketing yanqui.
El concepto viernes negro tiene su origen en los años 50 y 60 en Filadelfia. Y es que, en aquellos años, los policías locales utilizaban ese término para describir el caos que ocurría al día siguiente del Día de Acción de Gracias. Cuando una gran cantidad de personas acudía al centro de la ciudad para hacer compras y asistir al partido de fútbol americano que, por lo visto, se jugaba entre el Ejército y la Marina. Por lo que, entre las multitudes y el tráfico, los pobres agentes se volvían locos. Y comenzaron su particular vía crucis al que bautizaron como “viernes negro” o Black Friday.
Pero como los americanos son muy prácticos algunos avispados comerciantes vieron que vendían más y que los números pasaban de rojo…a negro, lo que significaba beneficios en lugar de pérdidas. Así que dicho y hecho: el Black Friday era un día estupendo para los comerciantes y así le dieron la vuelta al término con un sentido positivo.
Black Friday. ¿Ahorro o compulsividad?
Veamos ahora como opera esto del marketing nominativo, sea Black Friday, el día de San Valentín o el de la fruta de cáscara sin gluten. ¿Recuerdas. las “rebajas”? ¿Aquello de “saldos” o “liquidación por derribo”? Pues es igual pero más moderno. Más “cool”, que diría más de uno.
En fin, se trataría de poder ahorrar, pero ahora sin partirse la cara con el cliente que va junto delante y encuentra un chollo en unos grandes almacenes. Ahora la cosa es mucho más fina. En la actualidad, vas, buscas, preferiblemente, en Internet, y “aprovechas” los supuestos súper chollos que te enchufan con descaro y sin disimulo alguno grandes corporaciones, multinacionales, boutiques, y toda tienda online que se precie.
Pasa por la cestita, sigue comprando, aprovecha que hoy el envío es gratuito. ¡Ojo al chollo! Continúa comprando, todavía sin pagar, porque hay que hacer un gasto mínimo para que la cosa salga bien y sin gastos de envío. Y así, con nuestra cestita bien repleta de productos “rebajados”, pagamos tan contentos.
Después, cuando uno analiza el sablazo que le hemos arreado al saldo de la cuenta bancaria, te preguntas, tras gastarse una pasta compulsivamente, si realmente necesitabas todo lo que has comprado. Y, si se ajusta a un presupuesto establecido, o se necesitaba. Si la respuesta es “no”, es que nos hemos dejado llevar por la compulsividad.
Y por si te quedan dudas acerca de la memez que supone renunciar a nuestra libertad, para comprar cuando nos dicen que tenemos que comprar, te das una vueltecita por las grandes cadenas de supermercados y verás que siguen apareciendo “ofertas” en tal o cual producto. Pero, del Black Friday o del Cyber Monday … ni rastro.
Es decir, seguimos igual que con las famosas, y en su día denostadas, “rebajas”. Sólo que ahora tenemos que aprovechar los chollos en las rebajas de verano, otoño, primavera e invierno. Una sucesión de Viernes Negros, que estos sí, pueden significar la ruina familiar.
Igual te preguntas, ¿y eso, por qué?
Por una razón muy sencilla: de lo que se trata con el Black Friday, el Cyber Monday, las campañas navideñas que comienzan en septiembre con la canícula, las previas del verano, las navideñas y las post navideñas es de que estemos aflojando la cartera como abducidos por una satisfacción de haber hecho la “compra del mes” o la “compra del año” sin analizar absolutamente nada.
La clave para evitar caer en compras compulsivas está en “pensar”
Sin duda, la falta de análisis es la que nos lleva a la compulsividad y a la más que posible adicción. Y cuando hablamos de adicción a la compra estamos hablando de otra adicción más. Algo que elimina la libertad del ser humano, de la persona.
Por supuesto, no se trata de no comprar. ¡Al contrario! Es posible aprovechar descuentos interesantes previo análisis de ver qué necesitamos realmente y adquirirlo en el momento oportuno.
Pero, y esto es importante para la economía personal, doméstica y familiar: cualquier compra que se salga de lo que son necesidades básicas, más aún, cualquier compra que hagamos, debe sujetarse a un presupuesto previo y a un análisis de necesidades.
Por ejemplo, en el caso de una familia, hablemos de un presupuesto pactado en términos mensuales y anuales. Mediante un proceso que es sencillo. Y que consiste en seguir unas pautas basadas en realizar un análisis de necesidades, ver ingresos y gastos, elaborar un presupuesto y gestionar desviaciones.
¿He gastado de más? ¿Por qué? ¿Para qué? Tenemos que hacernos estas preguntas. Se trata de pensar y ser coherentes con lo que hemos decidido.
Entonces, si me preguntas, ¿es malo el Black Friday? Te diré que es como todo: «no«, si analizamos qué necesitamos y nos sujetamos a las necesidades. Y, esto implica: planificar.
- Analizar necesidades.
- Pensar en familia. Juntos, padres e hijos.
- Tener en cuenta a nuestros mayores y sus necesidades, potenciando la generosidad y la moderación.
- Evitar la compulsividad y la adicción.
- Potenciar la austeridad.
Basta una sencilla hoja de cálculo o una libreta en la que apuntar ingresos y gastos. Para analizar periódicamente las desviaciones que tenemos, prever y cumplir con el ahorro que toda persona y familia necesita. No se trata de convertirnos en avariciosos sino en ver qué necesitamos realmente y cómo podemos afrontar esas necesidades.
En definitiva, esto también es educación. No sólo consiste en educar en valores sino en virtudes. Que, como ya he expuesto en reiteradas ocasiones, es poner en práctica, vivir, la teoría que implica uno o varios valores.
Y es que la compra compulsiva genera una satisfacción inmediata. Aunque también, en la mayor parte de las ocasiones, una tristeza posterior al ver que nos hemos pasado comprando. Que realmente no necesitábamos gran parte de aquello que hemos adquirido. Y que, después, nos puede provocar angustia y frustración ver que no podíamos asumir ese gasto innecesario.
Black Friday, Cyber Monday, rebajas y educación
La cuestión, pues, está en analizar lo necesario, eliminar lo superfluo (por mucho Black Friday que haya) y educar en la responsabilidad, en la moderación y en la austeridad.
Esto implica una educación financiera, con perspectiva de generosidad. Es decir, de generar hábitos en los que seamos, nosotros, en primer lugar padres y abuelos, capaces de renunciar a algo que puede ser apetecible pero no necesario. Difícilmente vamos a educar hijos y nietos responsables, austeros y generosos si no nos ven hacerlo. ¿No crees?
Es por ello que, sobre todo con los móviles y artilugios electrónicos o semanas de Black Friday en grandes plataformas, padres y abuelos debemos hablar con hijos y nietos y entre nosotros para conjugar la compra responsable y necesaria.
Si lo hacemos así, potenciando el diálogo en familia y, evitando las compras compulsivas por impulso, estaremos, educando positivamente. Si nos dejamos llevar estaremos, como en cualquier otro ámbito, siendo presas del “me apetece” y de la irresponsabilidad.
Soy consciente de que la sociedad actual no ayuda a adquirir hábitos de conductas responsables, entre las que se incluyen las compras.
Por eso, me despido recordándote que aquí me tienes si crees que puedo ayudaros a ti, o a algún miembro de tu familia, a liberaros de esa atadura que son las compras compulsivas. Ya sabes que siempre estaré encantado de escucharte y de poner a tu disposición tanto mi formación como mi experiencia.





