Estoy convencido de que, en más de una ocasión, habrás oído hablar acerca de la importancia de educar en valores a los hijos. Pero, seguro que no te sonará tanto lo de educar en virtudes. ¿Verdad?

Valores y virtudes. ¿Cuál es su diferencia?

Como punto de partida te diré que, para adquirir virtudes, primero tenemos que tener valores. Pero, al educar, no nos podemos quedar en los valores sino que hemos de inculcar en nuestros hijos y en nuestros nietos, en su caso, las virtudes.

Los valores son como la guía, la senda que nos va a permitir ir por la vida sabiendo qué tenemos o queremos hacer. Otra cosa es que lo hagamos o lo que hagamos, que no es lo mismo. Serían un ámbito más bien teórico, como muy bien apunta José Ramón Ayllon en su libro “Ética actualizada”, cuya lectura recomiendo.

Las virtudes implican un paso más: convertir en hábito los buenos valores que tenemos. Es decir, pasar de la teoría del bien a la vivencia personal del bien. Ahí tenemos que llegar. Por eso hablo de “educación en virtudes”. Dice Ayllon en su libro citado: “El paso de los valores a las virtudes es el paso de la teoría del bien a la práctica del bien. Ese tránsito se da por el puente de los hábitos”.

Y es que hoy está muy de moda, incluso entre quienes piensan “virtuosamente”, hablar de “educar en valores”. Porque, para variar, existe una enorme confusión.

Por ejemplo, son valores el esfuerzo, la disciplina, la honestidad, la belleza, la armonía, la humildad, la lealtad, el respeto a los demás, la tolerancia, el amor (al prójimo y a uno mismo), la libertad, la justicia, la responsabilidad y la paz, entre otros muchos.

Todos ellos son valores y además valores positivos. Porque hay valores negativos o antivalores. Hay quien es deshonesto por sistema y se dedica a ello mediante el robo, la mentira, el engaño o la muerte. Pensemos en un asesino, en un terrorista, que, evidentemente, tiene valores, pero valores negativos.

Por lo tanto, pasar del valor a la virtud implica realizar en nosotros aquello que nos perfecciona, nos hace mejores y nos hace trascender. En definitiva una persona virtuosa deja tras de sí un mundo mejor.

Un ejemplo muy claro

El cine, en la película Gladiator, nos muestra un ejemplo de la perversión de los valores cuando Cómodo asesina, asfixiándolo, a su padre Marco Aurelio.

Dice Cómodo a Marco Aurelio en esta antológica escena: “Una vez me escribiste enumerando las cuatro grandes virtudes: sabiduría, justicia, fortaleza y templanza. Constaté que no tenía ninguna de ellas. Sin embargo poseo otras virtudes: ambición; se convierte en virtud si nos conduce al éxito; ingenio, valor, tal vez no en el campo de batalla, pero hay muchas formas de valor; devoción a mi familia y a ti. Ninguna de mis virtudes figuraba en tu lista. Incluso parecía que no me desearas como hijo.”

Efectivamente, Marco Aurelio traslada a su hijo las cuatro grandes virtudes; si cambiamos sabiduría por prudencia, y añadimos justicia, fortaleza y templanza, tenemos las cuatro grandes Virtudes Cardinales. Son las cuatro grandes virtudes sobre las que pivotan todas las acciones del hombre y su moralidad.

Pero el personaje de Cómodo confunde y pervierte el concepto de virtud para terminar en algo muy de actualidad: la búsqueda del éxito a cualquier precio. El todo vale. ¿Te suena? ¿Lo has sufrido o, peor aún, practicado?  

El programa educativo para formar en Virtudes

Me gustaría en este artículo dejar un aspecto claro. El valor sería, por así decirlo, la “teoría”, la virtud la “práctica” y la forma de llegar del primero a la segunda sería el hábito.

Vamos con el programa educativo que consiste en, como decía antes, hacer hábito (o sea practicar las virtudes). Y son estas que enumero a continuación.

1 – Prudencia

Que no es cobardía. Aunque, a veces, la disfracemos de ella para escurrir el bulto. La Prudencia nos lleva a buscar el bien sin dejarnos llevar de la irreflexión, del impulso.

2 – Justicia

Que nos lleva a dar a Dios y al prójimo lo que les corresponde.

3 – Fortaleza

Nos hace permanecer de pie o avanzar, incluso, cuando el miedo nos amenaza. La que nos mantiene firmes y constantes en la búsqueda del bien aunque nos vaya la vida en ello. Pensemos en San Maxiliano Kolbe, que da su propia vida por otro preso. ¿Cuántas veces nos acobardamos, yo el primero, por el dichoso “qué dirán”?

4 – Templanza

Nos permite ser dueños de nosotros mismos y modera nuestras pasiones. ¿Qué decir de las adicciones? No sólo las tradicionales como la adicción al sexo o a la bebida. Sino las muy actuales y tecnológicas como la adicción a los juegos por Internet. Se cita a la templanza como la virtud opuesta a la gula. Que no es sólo el comer desproporcionadamente sino todo aquello que, fuera de su justa medida, nos hace daño a nosotros y a los demás.

Y si luego vamos a las Virtudes Teologales, que son las que ponen como centro a Dios (la Fe, la Esperanza, la Caridad) cerramos el círculo.

5 – Fe

Porque nos permite conocer, amar y hacer la voluntad de Dios. Así como alabar y amar al Creador. Nos va a permitir definitivamente ser felices. Hay que educar en la Fe. Hay que llevar a los niños a Misa, aunque sean pequeños y molesten. Porque, como decía el Evangelio: “dejad que los Niños se acerquen a Mí”.

6 – Esperanza

La Fe nos permite, a su vez, tener esperanza. Pero no una esperanza cualquiera sino una esperanza cierta. Una esperanza que es lo que queda cuando no hay nada detrás. Cuando, como los conquistadores, quemamos las naves. Cuando, porque tenemos esperanza, somos capaces de perderlo todo, menos, justamente, la esperanza. Porque esa esperanza es mayor que lo que dejamos. Viktor Frankl narra en su maravilloso libro “El hombre en busca de sentido” que más de un preso del campo de concentración se dejó morir cuando perdió la esperanza de ser liberado en una fecha concreta, además muy próxima.

7 – Caridad

Que no es filantropía. Sino, tal cual lo expone el Catecismo de la Iglesia Católica “la virtud teologal por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas por Él mismo y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios”

Además, tenemos las 7 virtudes que se oponen a los llamados “pecados” o vicios capitales.

#1 – Humildad

Contra el pecado de soberbia. ¿O es que acaso nos gustan los soberbios y duros de corazón?

#2 – Generosidad

Contra el pecado de avaricia. Eduquemos en la generosidad. Porque, la generosidad es sinónimo de amor.

#3 – Castidad

Contra el pecado de lujuria. ¿Por qué la castidad? Además de porque somos templos del Espíritu Santo (si no lo crees es igual, porque templo eres), porque quien es casto es capaz de respetar su propio cuerpo y el de los demás. ¿O acaso respeta el cuerpo quien utiliza el suyo o el ajeno para su único placer sin tener en cuenta su dignidad y la dignidad de la otra persona?

#4 – Paciencia

Contra el pecado de ira. Cuantas veces nos dejamos llevar de la ira y… ¡cuánto daño hace! ¿Por qué? Porque, cuando de palabra o de obra, herimos a otra persona, la desposeemos de su dignidad. Además de causarle una herida que, según sea la gravedad, puede dejar traumas y necesitar ser sanada.

#5 – Templanza

Contra el pecado de gula, que, ya lo hemos dicho, no se trata sólo de comer en demasía.

#6 – Caridad

Contra el pecado de envidia. Alegrarnos con el bien ajeno, pero, ¡alegrarnos de verdad! No de boquilla, que nos conocemos. Y educación, que, como decía un tío mío, “la educación es una hija pequeña de la caridad”.

#7 – Diligencia

Contra el pecado de pereza. Cuantas veces la liamos y liamos el día por la “pereza” o por el “no me apetece”. Si hasta en el ámbito empresarial se habla de la “debida diligencia”.

Cómo educar en valores y virtudes a los hijos

Llegados a este punto te haré una pregunta. ¿Quieres educar a tus hijos? Haz reflexionen contigo sobre el sentido de su vida.

¡Hagámosles pensar!

En las líneas anteriores tenemos un buen programa educativo. Un programa ético. Un programa moral. Por cierto, no hay ética sin moral. Y la moralidad, o inmoralidad, es lo que va a marcar al ser humano.

Incluso me atrevo a decir que quien quiera educar y educar bien, puede leer el Catecismo de la Iglesia Católica desde el punto 1803 al 1845. Sea o no creyente. Si ahí no encuentra un buen programa educativo en virtudes, siento decirle que difícilmente lo va a encontrar en otro lugar.

Respecto al cómo educar en valores y virtudes, me basta decir aquí que para educar hay que combinar el “sí” y el “no” adecuadamente. Con firmeza, sin dudas y manteniéndose en lo que se ha dicho. Lo dijo ya Cristo hace dos mil años “A vosotros os basta decir sí o no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno.” (Mt 5,33-37). ¿Cómo decirlo? Con amor siempre y cuando tengamos que decir a cualquier persona (no sólo a hijos o a nietos) que algo NO está bien, se lo digamos con Caridad y cuando, por el contrario, algo esté bien, también, SÍ, lo digamos.

4 puntos que conviene recordar al educar

Hay 4 detalles que me gustaría recordar. Porque, a menudo, se olvidan y se practican justo al revés.

  1. Se enseña y se hace vida en casa. El colegio colabora.
  2. La reprimenda en privado. La alabanza en público.
  3. Los esposos unidos siempre y nunca llevándose la contraria ante sus hijos.
  4. Normas pocas y firmes. Recordemos a San Agustín: “en lo esencial, unidad; en lo dudoso, libertad; en todo, caridad”.

No olvidemos que nuestros hijos no son ni amigos ni “colegas”. Son nuestros hijos. Y, por lo tanto, les debemos un respeto, además de que les queramos. Por eso, tenemos el DEBER de educarlos.

Para terminar, esto para los abuelos: colaboremos con nuestros hijos en la educación de nuestros nietos.

Por supuesto, podemos ser un poco más blanditos, que para eso somos abuelos. Pero, nunca, nunca, nunca, desautoricemos de palabra o de obra a nuestros hijos. Porque, al fin y al cabo, son los padres. Si en algo no estamos de acuerdo con nuestros hijos se lo decimos en privado y, siempre, respetando su autoridad.

Que no tengamos que decir al final de nuestra vida, como Marco Aurelio a Cómodo en la escena ya citada de Gladiator: “Cómodo, tus defectos como hijo son mi fracaso como padre.”

Como siempre te recuerdo, si necesitas ayuda aquí tienes a este Coach, que es padre y ya abuelo. Y que, además de haber estudiado lo suyo tiene una cierta experiencia. Ya sabes dónde me tienes. Un abrazo y ánimo en la preciosa tarea de educar en valores y virtudes a lo mejor que tienes: tus hijos.