¿Cómo generar equipos y por qué la ilusión compartida es el motor de estos equipos? Para mi este es un tema importante que he vivido tan en primera persona. Al que llevaba tiempo dándole vueltas y quería tratar tanto desde mi experiencia empresarial como personal.

Porque quiero referirme al “equipo” desde el punto de vista familiar – personal y, al mismo tiempo, desde la perspectiva empresarial.

Leí hace unos meses que si nos referimos al concepto de equipo en el ámbito empresarial, los factores a analizar son muy diferentes de los factores empresariales. Y, no estoy de acuerdo. Espero poder demostrarlo en las líneas que siguen.

Este artículo va dedicado a toda persona que desee conseguir un objetivo, que no sólo sea personal sino, grupal. Es decir: directivos, mandos intermedios, padres o madres de familia.

Hace un rato, hablaba con un buen amigo a propósito de una empresa en la que se están produciendo cambios importantes en el accionariado y equipo directivo. El nuevo equipo de dirección ha encontrado la “solución” provocando cambios drásticos, despidos y jubilaciones. Equipo directivo que, eso sí, al tiempo que habla de liderazgo transversal y proyecto compartido, integrador y motivador genera caos, miedo y desmotivación.

Algunos dirían que “esto es lo que hay”. Otros defenderían que “para transformar la empresa hay que tomar decisiones, aunque no nos gusten”. Pero, si de lo que se trata es de generar ilusión y adhesión a un proyecto común y compartido entonces hablamos de otra cosa. Porque no es lo mismo transformar que ilusionar.

¿Te has dado cuenta de que nunca, como ahora, se ha hablado tanto del amor y del liderazgo y se ha practicado menos y tan mal? (me refiero a ambos, a la práctica del amor y del liderazgo).

Construir y generar equipos de alto rendimiento se parece mucho a criar hijos y hacer que convivan alegres, juntos y revueltos. Haciéndoles partícipes del hecho de que ser parte de una familia implica, si se hace bien, formar un buen equipo, con los mimbres que nos han tocado en suerte. Claro que, como dice mi buen amigo el obispo Munilla: “es sencillo ser feliz, lo difícil es ser sencillo”.

El Riesgo y la Oportunidad

Como imaginarás, construir un equipo implica riesgos y oportunidades. El riesgo es que fracases y la oportunidad es que si lo intentas, igual, lo puedes lograr.

Por cierto, un apunte familiar: la familia es como una empresa. Los esposos son los Consejeros Delegados y, como aquí hay bicefalia, resulta que construir una familia va a ser, probablemente, algo más complicado que hacer un equipo de alto rendimiento en una empresa. Sobre todo, si deseamos que el alto rendimiento se perpetúe en el tiempo. Además, en el caso de construir una familia feliz, no te puedes “marchar del trabajo, apagar las luces e irte a casa”. Porque resulta que el trabajo es, precisamente, tu casa.

Los 3 factores imprescindibles para generar equipos de éxito

  1. Primer factor: la ILUSIÓN. Generar ilusión compartida y libremente asumida.
  2. Segundo factor: ADHESIÓN AL PROYECTO. Está ligado al primero y lo genera un proyecto ilusionante.
  3. Tercer factor: CREER EN EL PROYECTO. Aquí el líder juega un factor esencial. Incluso aunque el líder fracase.

Para entender estos puntos, te propongo volver la vista a hace algo más de dos mil años. Cuando un joven pobre, carpintero, que predicaba por los pueblos y en las sinagogas cosas como el amor, la entrega, la generosidad, habla de vender todo lo que tienes y tener un tesoro en los cielos. Y al que no se le ocurrió mejor idea, en aquellos tiempos, que decir a los “puros” que “las prostitutas os precederán en el reino de los Cielos”.

Y tras tres años predicando su doctrina, en lo que aparentemente era un páramo, no sólo árido sino cerebral, sus discípulos que, por lo que se ve, no habían entendido nada,  siguen empeñados en conseguir un buen puesto. Y dos de los que más quería, Santiago y Juan, le piden (¡casi nada!) sentarse uno a su derecha y otro a su izquierda, con lo que se debió montar una buena entre sus Apóstoles. Imagina el careto de Cristo, líder donde los haya, con la mano en la frente, la cabeza mirando al suelo y diciendo a Su Padre (aunque esto no lo citen los Evangelios,) ¿qué he hecho Yo para merecer esto?

Pedro le traiciona, Juan, según parece, se escapa medio desnudo cuando le apresan en el Huerto de los Olivos y, para garantizar su éxito, acaba crucificado y hecho un guiñapo, una gualdrapa humana. Vamos, que como líder no tenía precio. Y el equipo tampoco parecía destinado a ganar la Champions.

Pero mira tú por dónde, ¡vaya que sí construyó un equipo! Un equipo formado por doce hombretones que no eran universitarios ni tenían másteres del universo, del que encima sale uno porque le traiciona. Pero después de la Resurrección, estos once mozos, eligen a otro y vuelven a ser doce personajes.

Entre ellos, destacaba por su inteligencia Mateo (este por lo de ser recaudador de impuestos, que ahora sería inspector de Hacienda o Asesor Fiscal). Los otros eran alguno medio poliquillo, o zelote, como Simón y entre los pescadores los había de mayor arraigo empresarial como los que parece que eran como pequeños armadores pues podían haber tenido algunos empleados pescadores. Es decir, unos emprendedores de hace dos mil años.

Luego, la cosa intelectual mejora con Pablo de Tarso, un entendido, docto, perseguidor de cristianos. Y Lucas, que debía de ser médico y más letrado pues escribir, escribió lo suyo. Pero, en resumen: ninguno era ninguna eminencia. ¡Y mira la que liaron! En fin… y este fue el mejor equipo de la historia. El mejor, sin duda. A los hechos me remito.

La importancia del “te” y del “para qué”

Te haré una pregunta a ti, actual o futuro aspirante a líder de equipos: ¿a qué estás dispuesto? ¿A ser servido o a servir? Porque, no le des más más vueltas, de esto se trata. Si quieres construir un equipo, o te colocas el último de la fila o lo llevas clarinete. Sirves o te sirven. Y aquí el “te” ya ves que tiene diferente sentido según lo uses.

Pero, tampoco puedes perder de vista el “para qué”.

Resulta que en la empresa y en la familia nos construimos como personas, nos plenificamos. Por eso, no busquemos muchas historias esotéricas ni secretos inexistentes. Tampoco, las personas “adecuadas”. Lo primero que tenemos que buscar es un para qué.

Para qué quiero componer este equipo, cuál es su objetivo, qué personas quieren formar parte del equipo o qué es lo que hay. Mira una familia numerosa que aspira a ser feliz y lo logra. Hay más de las que crees. Y no me digas que no te parecen equipos. Son equipos que, para más “inri”, se van componiendo según llegan los hijos, cada uno con su carácter, forma de ser, etc. Es decir, que lo bonito no es ir fichando figuras sino hacer figuras complementarias a quienes ya están dentro.  

Cómo construir un equipo de alto rendimiento

Si realmente deseas generar un equipo no te pierdas estas “pistas” que ya te he mencionado en algún punto anterior.

Lo primero, ten claro el “para qué”. Sin esto no hay nada que hacer, ni en lo personal ni en lo grupal.

Hemos hablado de la ilusión y de generar adhesión al proyecto compartido.

Y, para construir equipos, tenemos numerosos ejemplos en el Cristianismo. Aunque no seas cristiano lo que voy a contar nos vale a todos. Verás: Jesuitas, Dominicos, Franciscanos, Misioneras de la Caridad, Hermanitas de los Pobres, Siervas de los Enfermos, etc. ¿Son o no son equipos? Desde su fundación, cuando se funda la orden con un líder y pocos adheridos, hasta su posterior desarrollo, mantenimiento, crecimiento y, también, en algunos casos, desaparición, se comportan como equipos. Cada equipo es un sistema.

Y si analizamos cómo eran sus fundadores nos encontramos, en general, con los siguientes atributos en el líder:

  • Valentía.
  • Humildad, generosidad, valores (pocos, claros y profundos; de los que dejan huella).
  • Servicio al prójimo.
  • Temple. Estar bien forjado. El temple, como el buen acero, sale del fuego, de la forja, del sufrimiento. Esto te lo va a proporcionar la vida misma. En ti está la capacidad de aprovecharlo. 
  • Rodearse de los mejores, no de los que me caen bien.
  • Y, en no pocas ocasiones, aceptar ser relegados al último puesto por sus sucesores.

Además tenían y tienen:

  • Alegría, entusiasmo, optimismo vital, confianza en Dios y en los seres humanos.
  • Capacidad de aguante. Cuando todo parece ir mal, más confianza.
  • Son recios pero flexibles y tenaces. Inasequibles al desaliento.
  • Con capacidad de adaptación a las circunstancias y al cambio pero sabiendo que hay líneas que no se pueden cruzar. Que se lo pregunten a los santos fundadores y mártires, que hay unos cuantos.
  • ¡Ah!, por cierto, jamás murmuran. Cuando hay que decir algo se dice con tacto, con “asertividad”, sin herir. O sea, se dice con caridad. Que entre la asertividad y la empatía nos olvidamos de la amabilidad, que es una hija pequeña de la caridad.

Los “trucos” del buen líder

Como te digo, el buen líder sigue una serie de pautas que es bueno recordar. Y son estas:

  • Confía en su gente. La confianza exige, eso, confianza. Ni se te ocurra pasar al marcaje hombre a hombre. Como uno o varios miembros de tu equipo sientan tu aliento en el cogote, solo lograrás cargarte el equipo. Sin medias tintas. Reuniones para ver cómo van las cosas sí. Reuniones controladoras, mejor no. En todo caso, reuniones para, si es preciso, corregir el rumbo, mejorar habilidades. Y, por supuesto, todo ello con tacto y cuidado.
  • El líder corrige, desde luego. Pero recuerda esto: la corrección en privado y la alabanza en público. Se suele practicar justo al revés. 
  • Hace brillar a cada miembro de su equipo. Y, si no brilla, le saca brillo. Le facilita el aprendizaje continuo, le apoya, le otorga capacidad de decisión y posibilidades de equivocarse y acertar.
  • Es capaz de eclipsarse. Como esos jugadores de futbol a los que apenas se les ve pero sin los que el delantero centro no mete ni medio gol. De nuevo, la humildad en aras del beneficio común. Para que quien brille sea el equipo.

Me puedes decir que la vida real es dura y no todos tenemos madera de santo. ¡Te equivocas! Madera, lo que se dice madera de santo, que es lo mismo que decir madera de líder tenemos todos. Otra cosa es que nos dejemos lijar, pulir y barnizar. Esto es importante para que la madera, que todos tenemos, se convierta en una hermosa escultura con vida propia. Que seamos nosotros los capitanes de nuestra vida o dejemos que nuestro rumbo lo marquen otros.  

Puedes pensar, por ejemplo, “pero, es que en mi empresa hacemos barras de hierro. No pretenderás que de un tocho de hierro saque yo el SENTIDO de mi vida, ¿verdad? Además en mi empresa tengo unos jefes que, en fin…” No te quejes, que siempre puedes hacer algo. Desde hablar con aquel con quien te da un poco de corte hablar hasta proponer mejoras. Y si no te dejan o no quieren saber nada de este liderazgo transaccional haz bien tu trabajo.  

Siento llevarte la contraria. Sí, lo pretendo. Pero elévate. Toma altura y perspectiva.

Ese tocho de hierro se puede convertir en una viga de una vivienda, en parte del encofrado de un edificio, un panel de un barco… o bien en lo que tú quieras. Así que de ese pedazo de hierro depende que las personas puedan vivir mejor o peor, comenzando por ti mismo. Por eso, cuando se plantea un proceso de mejora continua y generar un buen equipo, tenemos que pensar en… los demás. ¿Qué otra cosa son la Misión, la Visión y los Valores en la empresa? ¿O es que sólo forman parte de un cuadro que queda muy mono colgado en la sala de reuniones?

Para finalizar, recuerda …

Cualquier empresa o trabajo, por humilde que sea, forma parte de una gran máquina, que es la vida. Compuesta por un sinfín de engranajes en la que el más minúsculo fallo se carga la felicidad de muchas personas.

Así que sí, sea cual sea tu trabajo en esta vida, estés donde estés, llevando “sólo” una familia, en la empresa, oficina, en un taller, el servicio de limpieza o atendiendo enfermos… donde sea. Lo que tú hagas repercute en la vida de alguien o de muchos. Que se lo digan a los santos o, mejor aún, al mismo Cristo que lleva desde toda la Eternidad haciendo equipo.

Posdata 1: para hacer un buen equipo no es imprescindible ir a la Universidad ni haber estudiado Management. Pero, no lo niego, una formación viene bien. Ahora, dicho esto, hay que pasar a la acción.

Posdata 2: para hacer un buen equipo hay que hablar mucho. Ser muy claros. Hacer que nuestra gente entienda qué queremos. Que aquello que queremos y deseamos esté alineado con unos valores claros asumidos por la empresa y todo el equipo. Las dinámicas y los juegos de rol están bien, siempre y cuando lo que queremos y los valores estén totalmente alineados, haya coherencia y ética.

Como siempre, me despido recordándote que si necesitas ayuda para desarrollar tu capacidad de diálogo, empatía, asertividad, o, simplemente, buscar tu sentido en este mundo empresarial, aquí me tienes. Y, si quieres desarrollar las llamadas habilidades blandas, ¡huy!, perdón, “soft skills”, aquí estoy, también.