Tras hablar de cómo afecta tener una relación tóxica con la familia de origen, hoy no podía dejar de compartir las claves para superar el enfriamiento en el matrimonio. Unas claves planteadas como el antídoto contra el enfriamiento matrimonial derivado del síndrome tuyo-mío del que tratamos hace unos días.
Dicha relación tiene como origen el no haber sabido cortar el cordón umbilical con la familia de origen de cada uno de los cónyuges. Aunque cada miembro de la pareja viene de una familia, el resultado de la unión de los esposos es un nuevo matrimonio que denominamos nuestra familia. Y que es el punto de destino y sobre el que tenemos que construir nuestra relación, sentido vital y plenificación como personas. Si, además somos creyentes, quien lo sea, nuestra santificación junto a nuestro cónyuge.
El hecho de la intromisión matrimonial de cada familia de origen, bien por su propia causa o porque alguno de los nuevos cónyuges no se ha dado cuenta de que se casa con su esposa o con su marido, implica ceder a la toxicidad que proviene de nuestros respectivos padres, hermanos y familiares.
Eso, nos impide desarrollarnos como matrimonio en plenitud. Porque, terminamos dependiendo de los deseos e intromisiones que, incluso con buena voluntad, nos llegan y nos condicionan. Es en este contexto cuando las familias imponen reglas que nos condicionan. Y, obviamente, provocan disputas conyugales.
El antídoto para superar el enfriamiento en el matrimonio
En mi anterior artículo, dedicado a el enfriamiento en la relación matrimonial, adelantaba ya los antídotos más efectivos para volver a calentar el matrimonio y el hogar. Pero, ahora vamos a verlos de forma más concreta y detallada.
El antídoto pasa por el “SOMETIMIENTO por AMOR.
Sí, has leído bien. Ese «someterse» debe ser mútuo, libre y por amor. Con esas tres condiciones. Se trata de priorizar al otro sin caer jamás en un sometimiento esclavizante. Consiste en descentrarse, salir de uno mismo, hacer que los corazones de ambos miembros de la pareja se conviertan en corazones de carne y blandos. Listos para amar. Con el objetivo de que se conviertan en un único corazón, pero respetando la individualidad de cada cónyuge, de cada persona. Esto es, como decíamos, descentrarnos y convertir mi prioridad en la suya, en la de mi cónyuge.
Me viene a la mente lo que me escribía una persona a la que en su día acompañé como coach: “la vida en familia está cada vez mejor. Me estoy comunicando mejor con mi marido. Ya no desde el reproche sino desde lo que necesito. Me repitió: «todo hay que hacerlo con amor”. Esta persona se ha descentrado y, poco a poco, con esfuerzo, va haciendo que su corazón vaya latiendo al unísono con el de su esposo e hijos. Desde el AMOR y la ENTREGA.
Alguien podrá señalar que la clave en esta frase es la “comunicación”. Tendría parte de razón. Pero para que esa comunicación mejore, el quid de la cuestión, no lo digo yo, lo señala la propia persona, reside en el AMOR. Esta es la clave: el AMOR.
¿Qué exige el amor?
Como digo, el amor exige salir de uno mismo, volver la mirada hacia el otro y prestar atención a sus necesidades. También, a las propias. Pero, sin reproches. No se trata, pues, de actuar de forma pasiva, sumisa y sometida o sin libertad. Ni mucho menos.
El amor consiste en transitar desde la libertad a la renuncia personal. Para conseguir la verdadera libertad de espíritu que nos hace realmente libres. Ese es el camino. Sin duda, en la renuncia consciente y amorosa vamos a encontrar la libertad y la felicidad.
El galimatías anterior, que parece una contradicción en sí misma, nos lo enseña el propio Cristo a todos los esposos. Más aún, a cualquier cristiano. “Si alguno quiere venir detrás de mí, que se niegue a sí mismo, que tome su cruz y que me siga. Porque el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí, la encontrará”. (Evangelio. Mt 16,21- 27)
¿Cómo se aplica esto al enfriamiento matrimonial?
Hace poco, una persona ya anciana al hablar de sus padres y hermanos se refería a ellos como mi «querida familia» (sin darse cuenta de que no estaba en sintonía ni con su mujer ni con sus hijos, y, por lo tanto, tampoco consigo mismo). En este caso, tenemos el ejemplo de una persona que en su vida no ha sabido captar la necesidad de cortar el cordón umbilical con su familia de origen. Lo que obliga, a su esposa e hijos, a pasar por el aro de “otra” familia, por muy cercana y querida que sea.
Pues bien, tenemos que aplicar la siguiente receta si queremos volver a calentar al matrimonio con una buena chimenea. En donde los troncos ardan esparciendo las llamas del amor, su calor, olor y belleza a toda la familia.
Esta es la receta del antídoto contra el enfriamiento en el matrimonio de la que sugiero aplicar una buena dosis: AMOR + PROTECCIÓN + EVITAR EL REPROCHE.
Veamos cada uno de los ingredientes de esta maravillosa receta que tiene la capacidad de ayudarnos a superar el enfriamiento en el matrimonio.
1.- El Amor
La composición del AMOR es la siguiente:
- RENUNCIA a uno mismo, lo que me lleva a la …
- GENEROSIDAD, lo que me lleva a la…
- ENTREGA, lo que me lleva a …
- DESCENTRARME, lo que me lleva al …
- ENCUENTRO PERSONAL con nuestro cónyuge e hijos. Es decir, con NUESTRA FAMILIA.
Esto supone transitar el camino que lleva de la RENUNCIA personal a la verdadera LIBERTAD que genera el ENCUENTRO. Y que, a su vez, lleva a la FELICIDAD.
Es como una chimenea en la que metemos leños que se alimentan con el fuego del amor. Los leños se queman, se consumen, arden, pero, en el caso del matrimonio, arden por AMOR. Y ese fuego provoca un calor estable, agradable y acogedor.
Cada miembro del matrimonio es uno de esos leños. Pero, precisamente, porque somos un matrimonio, los leños entramos por nuestra propia voluntad en la chimenea y decidimos arder juntos, consumirnos juntos, unirnos íntimamente al arder por amor.
2.- Una buena dosis de Protección
La protección consiste en poner límites a cada familia de origen. Por supuesto, con caridad siempre. Pero, también, con seriedad y rigor cuando las circunstancias lo imponen.
La protección es levantar un castillo fortificado abierto para entrar y salir. Aunque, siempre, protegido por una muralla, troneras y un buen foso para cuando sea necesario. O como le dijeron a una persona que conozco: “entre tu suegro y tú una autopista de tres carriles por cada sentido”.
Y es que hay momentos en que la sola renuncia al orgullo de la defensa de la familia de origen, que no es, insisto, la propia, no es suficiente. Y, en esos casos, es preciso una buena defensa. Si es preciso, es poder decir, juntos: hasta aquí has, habéis llegado. Esta es una línea roja matrimonial que no vas/vais a cruzar por el bien de nuestro matrimonio.
Ahí ya no están ni tu familia ni la suya. Tampoco ni tus padres ni los suyos para que os los arrojéis como si fueran piedras. Se evitarán esas disputas. Y los amaremos mejor porque ahí estaremos la familia propia con nuestros hijos. Y desde ahí, desde nuestra respectiva de renuncia personal, por amor, podremos amar al otro, a nuestros hijos así como a nuestros padres y hermanos. Podremos amar incluso a nuestros enemigos.
3.- Evitemos el Reproche
“Es que no me defendiste ante tu padre, madre, familia, es que te dije, no me escuchas, es que…”. El reproche es el recuerdo constante de aquello que no hiciste y de lo que hiciste y no le gustó a tu cónyuge. El reproche es lo contrario del perdón sincero. Y es no olvidar aquello que provocó una disputa.
Digamos siempre NO al REPROCHE. No más reproches. Ni más pullas. Esto también forma parte de la renuncia a uno mismo. A ese querer quedarnos a gusto. El “gusto” que sólo nos deja mal sabor de boca y amargura. Porque, como dice San Juan de la Cruz: «Sabor de bien que es finito, lo más que puede llegar es cansar el apetito y estragar el paladar”. Callar un reproche implica renuncia y también, felicidad. Te lo garantizo.
En fin, tras resumir estas claves para superar el enfriamiento en el matrimonio, me despido recordándote que aquí me tienes si crees que puedo serte de ayuda como coach matrimonial. Si quieres ordenar tu vida y tu familia. Si quieres ir del presente al futuro. O, si solo, quieres ser más feliz, contacta conmigo. Creo, sinceramente, que puedo ayudarte acompañándote a lo largo del recorrido que tendrías que realizar para lograr tus metas y objetivos.