Con cierta frecuencia recibo consultas sobre las causas del fracaso escolar. Y, hasta tal punto percibo que es un asunto que preocupa que, he querido dedicarle no solo una sino dos publicaciones consecutivas a esta cuestión. Esta, que estás leyendo, es la primera de ellas.

Me gustaría acompañar desde estas líneas a los padres que se preguntan angustiados, ¿por qué mis hijos no quieres estudiar? ¿Por qué sacan malas notas? ¿Por qué se rinden? Por eso, hoy me centro en cómo es posible que suceda el fracaso escolar. Y en la siguiente entrada, porque ese artículo acaba bien, me focalizaré en cómo salir.

Tengo que reconocerlo: no soy un experto en “fracasología escolar”. Pero sí soy coach, acompañante, esposo, padre, abuelo y tío. Así que algo de formación y experiencia, tanto propia como ajena, tengo.

Para comenzar, vamos primero con un mensaje de esperanza: del fracaso escolar se puede salir y se sale…si se ponen los medios.

Los medios son sencillos. Además, normalmente, consisten en aplicar una ciencia en desuso: el sentido común. Me refiero al de los padres, claro. También, al del propio alumno que, no lo olvidemos, es un ser libre.

Dos casos reales como punto de partida para hablar del fracaso escolar

Como decía, empiezo con un par de anécdotas: conozco, al menos, dos personas expertas en suspender hasta en el recreo escolar. Ambas son hoy un ejemplo de éxito vital y profesional.

En el primer caso, tras una dolorosa separación familiar, el (entonces) niño lo suspendía todo. Sólo quería jugar y era capaz de dejar un examen en blanco porque sonaba el silbato para salir a jugar al recreo. Y no suspendía una ni dos. Sino por bloques de cinco en cinco asignaturas y así durante años. Nulo en Matemáticas, Geografía, Historia, incluso en Religión, que era de las “marías” que todos aprobaban. Venía de una familia humilde tirando a muy humilde.

En el segundo, lo que había era consentimiento, exceso de máquinas a su alrededor y un desorden de horarios aterrador. La criaturita disponía de la última video-consola, televisión en su cuarto y todo tipo de caprichos a su alcance. Este, procedía de familia bien, tirando a muy bien.

Pero en ambos, la madre en el primero y los padres en el segundo, los progenitores en suma, se pusieron las pilas y pidieron ayuda. Afortunadamente, no habíamos llegado todavía al nivel de tontería, estupidez, idiotez, imbecilidad, memez, necedad, sandez, bobada, legal actual. En el que, si el niño suspende, pasa al siguiente curso no vaya a ser que se traumatice. ¡Pobrecitos míos!

Pues bien, en el primer caso faltaba la figura paterna. Que tuvo que ser sustituida por una madre con la cabeza bien amueblada, unos hermanos mayores a la altura y unos tíos y primos que procuraban ayudar exigiendo en familia. El chaval, por lo demás, era espabilado. La cosa es que, mal que bien, terminó la etapa escolar secundaria obligatoria con las asignaturas aprobadas, a trancas y barrancas. Y pasó a estudiar un ciclo de Formación Profesional relacionado con la navegación, los barcos y la mar salada. Resulta que le gustó aquello, hizo sus prácticas en la sentina de algún barco y se dio cuenta de que vivir como Ben-Hur en su etapa de esclavo romano no era lo suyo. Pero que lo de los barcos le “molaba”. Necesitaba acción. El chaval fue madurando y hoy es ingeniero marino, ha viajado por todo el mundo y se encarga de gestionar el tráfico marítimo de una importante naviera.

En el segundo caso, tenemos otro clamoroso caso de fracaso escolar. Con ambos padres empresarios, volcados en la empresa familiar, y poco tiempo en su casa, la cosa comenzó por pedir ayuda a un gran maestro (algo más que profesor) y en poner freno y coto al desorden de horarios y a la cacharrería audiovisual que rodeaba al chaval. Eso sí, comenzando por poner orden en los padres y freno a la criatura. Hoy está felizmente casado y ha pasado, con éxito, por diversos puestos en una empresa del sector de automoción.

Podría poner aquí bastantes más ejemplos. Así que, amable lector, como puedes ver, del fracaso escolar se sale. Sólo hay que dar unos pequeños pasos. “Esos” pasos y no otros. Es verdad que no es todo tan sencillo y hay casos dramáticos. Pero he querido poner el foco, y un poco de esperanza, en la corrección del rumbo.

¿Qué hay detrás y cuáles son las causas del fracaso escolar?

Alguna causa ya hemos apuntado con los ejemplos (reales) expuestos hace un momento: separación familiar, poca o nula exigencia al niño, consentimiento de caprichos, desorden de horarios o no estar “junto a” en el momento adecuado.

Pero, hay más motivos. Veamos 10 de ellos.

Falta de apoyo familiar

Me atrevo a afirmar que no es tanto la falta de recursos sino el apoyo familiar lo que es esencial. Evidentemente, la falta de recursos puede potenciar el fracaso escolar. Pero no es la única ni principal causa si los padres están unidos, tienen sentido común y lo aplican.

Falta de límites y de exigencia de los padres

Hace más de treinta años, me decía la responsable de infantil del colegio de mis hijos: “los problemas no los tenemos con los niños. Los tenemos con los padres”. ¡Cuánta verdad! De hecho, fui testigo de la cerril defensa de algún padre hacia su hija en una reunión de curso con los tutores, incapaz de aceptar su propia responsabilidad. Me refiero a la del padre.

Una vez seleccionado adecuadamente el colegio, a los padres les toca, colaborar con éste. Con su ideario, si lo tiene y coincide con el familiar (sería lo ideal), y enseñar a los hijos que los actos tienen consecuencias. A esto se le llama educar en la responsabilidad. Y si un educador llama al orden al niño no colocarnos frente al profesor sino “junto a”. Junto al profesor y junto al hijo, escuchando, siendo humildes y reconociendo que, casi seguro, la causa del fracaso en tal o cual asignatura, en varias o en el comportamiento del alumno puede tener su causa en la laxitud, alejamiento y consentimiento de los padres. Lo que exige a éstos humildad y propósito de la enmienda.

Envío de mensajes negativos

No podemos machacar al niño con mensajes de “no te preocupes”, “es que tú no puedes con esto”, “tranquilo”, “te vas a cansar”, “ya te lo hago yo”, etc. Si a un niño le dices: “ánimo, tú puedes, ahora no hay tele, olvídate del móvil”, y los padres (o los abuelos) estamos junto a los propios padres y junto a los niños exigiendo con cariño, pero exigiendo, y nos alineamos con el colegio, éste se convertirá, como me decía hace poco la directora de uno, en un complemento educativo de la familia. No en el “educador”.

Aléjate de tus hijos. No estés «junto a»

Los padres trabajamos. A veces, mucho. Los que tenemos la suerte de tener un trabajo llegamos a casa tan cansados que nuestros hijos o han estado toda la tarde solos, o están ya en la cama, si tienen la suerte de que uno de los progenitores esté un rato con ellos, o han tenido tantas actividades extraescolares que acaban rendidos y odiando las susodichas. Al final, el tiempo que NO estamos con nuestros hijos, aunque ganemos dinero, es un tiempo mal invertido. Si consideramos, de verdad, que la mejor de las inversiones es labrar un futuro para nuestros hijos como personas de bien.

Los amigos y los colegas

“Si es que mi hija es una lideresa. Es simpática, guapa, agradable, se lleva a todos los chicos de calle y además saca buenas notas”. Pues oye, olé por tu hija (o hijo). Pero, ¿te has parado a pensar con quien sale, de quien se rodea, en dónde lidera, si estudia o no, si es persistente y constante o simplemente una persona lista? Porque, la inconstancia, tarde o temprano, por muy buenas notas que saque ahora o en tal o cual asignatura, si no hay hábito de estudio hará que algún día fracase. En los estudios, en la vida o en ambos. Y, si quieres que fracase, no mires ni veas con quien sale, qué hace ni a dónde va.

La falta de reconocimiento a los méritos

“Esto se hace así porque lo digo yo”.“¿No pensarás que te voy a felicitar por haber hecho lo que debías hacer?”. ¡Hombre, esto se decía hace años, ahora ya no! Mentira podrida que diría cualquiera de nuestros hijos. ¿Cómo respondemos cuando estamos cansados o estresados y nuestros hijos necesitados de cariño quedan huérfanos del mismo porque “no puedo más”?

Recuerdo lo que un buen Jesuita me dijo hace años a propósito del cansancio al llegar a casa y sentarme en el sofá sin ayudar a mi mujer e hijos: “Casado y con cuatro hijos no tienes derecho a estar cansado”. O esa otra frase: “eres un desprometido”. Esto venía cuando tras un supuesto reconocimiento y premio prometido la cosa no se cumplía y mis hijos, que eran muy pequeños pero no tontos, me lo recordaban.

No fomentemos aficiones sanas en nuestros hijos

Me refiero aquí a que no hagamos excursiones con ellos y no planifiquemos nada. Ya sabes, el cansancio, esa gran excusa, hace que los niños se levanten un sábado cualquiera a “su” hora y para cuando tú te levantas y te enteras ya se han tragado varias series de Netflix, seguramente inadecuadas. No les ayudes a leer, a escribir, a hacer deporte, no participes con ellos.

¿Crees que soy exagerado? ¿De verdad que no te suena al menos un poquito? ¿Sales a jugar con ellos? ¿Cuánto tiempo pasan solos delante de un televisor, video consola, móvil o Tablet para que no nos mareen?

Las leyes y los colegios

Algunos políticos tienen la tentación de poner el foco sólo en la legislación (ideologizada) y en que no se exija. ¡Pobres! Ellos y los niños. Y es que, insisto, la ignorancia, la estupidez, la estulticia de la que hacen gala es de campeonato. Los niños, los adolescentes tienen que aprender y para aprobar hay que estudiar. Lo que, obviamente, exige esfuerzo y, valga la redundancia, exigencia. Tanto la ajena como la propia.

Y esto, o se practica desde la más tierna infancia o estaremos generando personas narcisistas carentes de la más mínima empatía. Alguna persona me viene a la mente en este preciso momento por eso del narcisismo. Allá cada cual. Insisto: el colegio es el complemento de la familia a la hora de educar. No al revés.

También los profesores, maestros y educadores pueden tener su parte de responsabilidad y llegar a convertirse en una de las causas del fracaso escolar. Desde el que no tiene vocación, al que no prepara bien sus clases o se jacta de suspender al 80% de la clase porque “es que sois todos unos vagos”. Afortunadamente pocos, pero alguno quizá deba hacer examen de conciencia y mejorar su capacidad didáctica.   

Adicciones y descanso

Desgraciadamente vivimos en un mundo virtual de apariencia interconectada en dónde la última foto, el último mensaje de Instagram, Facebook, X, o Tiktok son “lo más”. Lo más para perder el tiempo y aborregarnos. En este caso aborregar a los niños. Por no hablar de la pornografía y de la pedofilia.

Pero nada, ¿tu hijo ha hecho la primera Comunión? En ese caso, regálele el último artilugio Smartphone o Tablet, y ya si quieres rematar la faena pon un Smart TV y un portátil con una buena conexión a Internet en el dormitorio de tus hijos. Y en unos meses me cuentas los resultados. Que conste: esto va también por aquellos colegios empeñaditos en que los tiernos infantes tengan tablet. Como si las asignaturas se estudiasen mejor en la Tablet que en el libro de toda la vida. Ya hablaré de esto en otra ocasión.

Tiempo de calidad

Me encanta. “Yo dedico poco tiempo a mis hijos, pero es de calidad”. Pues no, señores míos, dedica a tus hijos mucho tiempo y, además, de calidad. No se trata de prohibir, de quitar, de no, no, no. Se trata de sí, sí, sí. Es decir, sí estoy con mis hijos, también juego con ellos, hacemos planes juntos y en familia y sí los tengo entretenidos conmigo. Mi mujer no es coach, pero es muy lista y me lo ha dicho muchas veces: “se trata de estar junto a nuestros hijos, de dedicarles tiempo, leerles cuentos, de jugar con ellos, sacarles de paseo y al parque, de reforzarles positivamente a la par que de exigirles”.

Y, no lo dudes, esto requiere entrega. Porque esto va de AMOR, ENTREGA, GENEROSIDAD. En definitiva, de coherencia de vida.

Por cierto, los niños van a ver en nosotros muchas incoherencias, los cristianos a las incoherencias de nuestra vida las llamamos pecados, y no se trata de que no las tengamos sino de que hablemos con ellos, les pidamos también perdón (que es muy sano). Porque, pidiendo perdón, aprendemos nosotros y los niños.

¿Quieres colaborar a que fracasen? Ya sabes, ni te entregues ni seas generoso con ellos. Enfréntate a cualquiera que les exija, si es el colegio mejor. Justifícales todo y, por supuesto, facilítales también todo. Y, lo más importante, consiente todos sus caprichos. Lo importante es que no se traumaticen.

Por supuesto, no les hables de esfuerzo, valores y virtudes. Tampoco les recuerdes las consecuencias de sus actos. Nunca les hables de Dios. Y, por supuesto, edúcales en la irresponsabilidad narcisista. Luego me cuentas.

Y, si tras la lectura de este método para caer en el fracaso escolar te has quedado con algo de preocupación… ¡tranquilidad! Hay solución y te la mostraré en el próximo artículo.

Mientras, si quieres que te eche una mano para encontrar las causas del fracaso escolar para un caso concreto, no dudes en contactar conmigo. Como te digo siempre, estaré encantado de aportar tanto mis conocimientos profesionales como mi experiencia personal.