Si hace unos días trataba cómo entrar por las puertas del fracaso escolar, hoy me gustaría hablar de cómo salir. Porque salir, se puede y se debe.

Además, al ser coach, acompañante, padre, esposo y abuelo católico tengo claro que no hay excusas para no tener esperanza. Y una esperanza, cierta.

Precisamente por eso, porque hay soluciones, y cosas de lo más efectivas que se pueden hacer para superar el fracaso escolar y que forme parte del pasado, te animo a seguir leyendo y conocer lo que propongo.

Los “10 infalibles” para superar el fracaso escolar

1 – La familia. El primer eslabón de la cadena

Es indudable que una familia unida, en la que el amor, la entrega generosa y la donación de los cónyuges va a proporcionar un apoyo sólido y una seguridad a los hijos a la hora de estudiar, de trabajar y de discernir. Padres y hermanos juntos, con alegrías, tristezas, riñas, discusiones, reconciliaciones y saber pedir perdón a quien corresponda, también a los hijos, implica educar en valores y en virtudes. La familia es un valor seguro. Un refugio, un puerto al que acudir en medio de las tormentas de la vida. Una familia unida, que da cariño y que exige a cada uno entrega y donación.

2 – Los límites y una pizca de exigencia

Los hijos tienen que saber que hay límites. Los padres no somos “coleguis” de nuestros hijos, somos padres y los principales educadores. Las reglas deben ser pocas pero importantes. Por ejemplo, los límites respecto del respeto a los padres, del orden y ayuda en casa, de los horarios y comidas en familia, uso de la televisión, ordenadores, videoconsolas, móviles o tablets son muy importantes y exigibles. Deben estar claramente marcados e interiorizados por los esposos y ser transmitidos a los hijos con claridad y firmeza.   

3 – Mensajes positivos y efecto Pigmalión

El efecto Pigmalión es muy sencillo. Se trata de animar a tus hijos a superar sus propios límites y miedos, reforzando de manera positiva sus sanas iniciativas o inquietudes. Te pongo un ejemplo real: si en el colegio un profesor, espeleólogo además, propone a tu hijo ir de excursión a una cueva en el monte no le digas que es peligroso, que no va a ser capaz o que va a tener miedo. Si el niño te pide que le acompañes, porque le hace ilusión ir contigo, te auto aplicas el efecto Pigmalión y te vas a la cueva de espeleología con él. Puede ser, como me pasó a mí, que el miedo lo pases tú y no el niño. Pero, te aguantas. ¡Y listo! Me metí en la cueva, que no era fácil, mi hijo y sus compañeros se lo pasaron bomba y el efecto Pigmalión lo interioricé yo. Hicimos un dos por uno. Obviamente, se trata de superar sus creencias respecto de sus límites. Pero, en un entorno de control y cierta seguridad.

4 – Mantente “junto a” tus hijos

Esto ya lo he comentado en algún artículo previo. No se trata de agobiar al niño preguntando o exigiendo. Sino de estar junto a él. Para ayudarle a estudiar, a resolver sus crisis pequeñas o grandes. Pero, y esto es importante, sin resolver sus problemas. Ayudándole a explorar nuevos puntos de vista, nuevos enfoques, abrirle perspectivas hasta que encuentre por sí mismo la solución sin que tú se la des. Y esto, hazlo desde que son muy pequeños.

5 – Atención a los amigos y colegas

Sin duda, otro punto esencial para prevenir y superar el fracaso escolar. Nuestros hijos nos tienen que ver como sus padres que somos. Pero, con total confianza. Sólo así se van a abrir a contarnos lo que les ocurre. Las madres, si se me permite, tienen una mirada muy perspicaz. Siempre que no caigan, ni ella ni su esposo, en el síndrome de la gallina clueca que sólo justifica a los hijos …hagan lo que hagan. La colaboración entre los cónyuges es nuevamente esencial. De esta manera, con la información que los propios hijos nos van a dar, podremos ayudarles a escoger buenos amigos. La amistad es de gran valor si es buena y hay que fomentarla. Y, ¡ojo avizor! Porque, si la amistad es mala, se puede llevar por delante a cualquier hijo y todo nuestro esfuerzo.

6 – Reconozcamos los méritos

Si el niño lo hace bien, si hay algo que ha hecho mal, pero ha rectificado… ¡reconozcámoslo! No se trata de premiar por hacer las cosas como es debido. Pero, como la tendencia humana es a fijarnos en lo negativo, reconozcamos los valores y las virtudes de nuestros hijos. Si han recogido la mesa, nos han preparado el café, han juntado sus pequeños ahorros y nos han hecho un regalo, han sacado buenas notas. No vayamos por ahí como cenizos indicando que “es que es lo que tenías que hacer”. Al contrario, diles frases como “qué bien lo has hecho”, “¿ves cómo podías?”, “qué contento estoy”. ¿No nos pasa a nosotros lo mismo en el trabajo? Si sólo recibimos rapapolvos, ¿cómo nos sienta? A todos nos gusta y nos refuerza positivamente que nos pasen la manita por el lomo.

7 – Fomentemos las aficiones sanas de nuestros hijos

El otro día conocí a un amiguito de mi nieto de seis años. El niño era bajito y muy pequeño. Otro de sus amigos me dijo: “es bajito pero es el que mejor juega al fútbol”. Yo, sin darle más vueltas, le pregunté si era bueno jugando al fútbol y el niño, con la inocencia propia de su edad, moviendo la cabeza de arriba abajo me dijo en voz bajita: “sí, soy bueno”. Le guiñé un ojo, levanté el pulgar hacia arriba y le di la enhorabuena. Que les gusta la piscina, pues que aprendan a nadar. Si les gusta el judo, pues que vayan a judo, como otro de mis nietos que acaba de conseguir su primer cinturón amarillo. Por ahí se empieza. Y eso lo tenemos que fomentar en nuestros hijos, escuchándolos y felicitándoles.

8 – El colegio

No podía olvidarme, en este “decálogo-antídoto” de la estulticia de algunos políticos y de sus nefastas leyes, del alineamiento con el colegio. Si estamos contentos con la educación que nuestros hijos reciben en el colegio elegido (o que debiéramos poder elegir) lo que tenemos que hacer para potenciar su rendimiento escolar es alinearnos con el colegio, compartir ideales, reuniones, planes de padres, alumnos y educadores. En una palabra: colaborar.

Por cierto, colaborar no es participar y querer mangonear. Es estar junto a nuestros hijos en casa y junto a éstos en el colegio. Por supuesto, animando también a los maestros, profesores y educadores, que lo necesitan y mucho.

9 – Adicciones y descanso

Si quieres evitar adicciones y ayudar a que tus hijos descansen pon el ordenador en la sala, en un lugar común. Nada de televisores, móviles o tablets en los dormitorios. En los dormitorios pones las camas, las mesitas de noche, un buen escritorio y puertas abiertas. Y a la hora de dormir, todo el mundo (padres incluidos) dejan sus teléfonos y tablets en la sala. Si es preciso, porque no hacen caso al principio, los decomisas. Sin tonterías. Todos estos artilugios, si quieres evitar el fracaso escolar (o vital, que es peor) no pueden entrar en las habitaciones o en la cocina y, mucho menos, (aquí entono mi particular mea culpa) estar en la mesa a la hora de comer, cenar o hacer planes familiares juntos.

Los espacios para pasar tiempo en familia no pueden quedar absorbidos por la televisión ni por la radio, ni por los móviles. Me encanta ver en algunas películas a toda la familia reunida en torno a la radio escuchando las últimas noticias o la escena en la que en la película El Patriota todos los hijos esperan a Mel Gibson para leer las cartas que ha traído el correo a caballo. A eso se le llama hacer familia. Lo contrario es dejar que nos la hagan.

10 – Tiempo

En este decálogo para salir del fracaso escolar, o no caer en él, he evitado el del tiempo “de calidad”. ¿Qué es eso de tiempo de calidad? Lo que los niños necesitan es que les dediquemos tiempo. Mucho tiempo. Por supuesto, de calidad, pero todo el tiempo del mundo. Haz planes con ellos, con tu mujer, con tus hijos, sal, sube al monte, juega con ellos, ve la televisión o una buena peli juntos y come y reza también en familia. Los niños, que son muy listos, lo van a agradecer y valorar. Se lo van a llevar con ellos para siempre. Te garantizo que será el tiempo mejor invertido. 

Conclusión y recomendaciones finales para padres

Ayudémosles a encontrar su «para qué», su sentido vital

Los padres tenemos que encontrar, si no lo hemos hecho ya, nuestro “para qué”. Los que somos abuelos ni te cuento. Si has llegado a la abuelidad, y aún tienes dudas, busca un buen apoyo y encuentra tu para qué en esta vida. ¡Que se nos acaba el tiempo!

Y es lo que tenemos que hacer con nuestros hijos: ayudarles a encontrar el sentido de su vida. Su vocación más íntima. Y ahí, permíteme una sugerencia: ni se te ocurra imponérselo tú. Su vida y su vocación son  suyas, no tuyas ni mías. Puede que su decisión no te guste. Pero recuerda que es la suya y es y será su vida. 

Discernimiento y apoyo a la vocación personal de cada hijo

El para qué es tan esencial que a ello se dedica el discernimiento. Quien aplica el adecuado discernimiento, y aquí los padres podemos ayudar (y, también, dejarnos aconsejar), va a encontrar su vocación, su llamada vital. No hay vida más feliz que la de aquel que hace de ella una misión en pos de su llamada. Puedes ser empresario, emprendedor, médico, sanitario, bombero, oficinista, bombero, albañil o fontanero. O bien laico o religioso. Si es tu vocación, te propondrás ser el mejor y ofrecer tu mejor versión. Porque, sólo haciendo muy bien tu trabajo serás útil. Y tu vida se convertirá en un servicio a los demás. Ten por seguro que no hay mayor satisfacción.

El valor de la Fé y de la religión

Habrá quien me lea y dirá: te sobraba este punto. Al contrario, creo que es el más importante, siempre respetando la libertad de las personas. El valor de la propia vida se mide por nuestra contribución al bien común, al bien de los demás con nombre y apellidos concretos. Reconociendo que somos contingentes y que, como pienso escribir, no creer en Dios es irracional y es perdernos el Amor que nos tiene.

Por desgracia, incluso en colegios de confesión católica, y con capilla, apenas veo padres que pasen por ella acompañados de sus hijos. Es el sinsentido de muchas vidas actuales: queremos que un buen colegio católico eduque a nuestros hijos. Haciendo, o no, dejación de nuestras obligaciones como padres. Pero “sin que les coman el tarro” con esto de la Fé.  

He dejado para el final este punto. En este momento de mi vida veo cada vez más claro, con mayor nitidez, que sin la confianza en Dios, sin trascendencia personal y espiritual, sin un marco ético y moral, sin fomentar las virtudes y sin una guía moral trascedente, las vidas de muchos quedan vacías hasta que encuentran esa “perla” de la que nos habla Cristo en el Evangelio.

Ayudemos, pues, a nuestros hijos a encontrar esa perla que les impedirá caer o facilitará la salida del fracaso escolar. Y, más importante aún,  del fracaso vital, que no es otra cosa que el vacío existencial. Cuanto antes encuentren la PERLA, mejor.

Y, como siempre, me despido recordándote que aquí me tienes si deseas hacerme cualquier tipo de consulta acerca de cómo superar el fracaso escolar. Estaré encantado de aportarte mi conocimiento y experiencia.

Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.

Cookies estrictamente necesarias

Las cookies estrictamente necesarias tiene que activarse siempre para que podamos guardar tus preferencias de ajustes de cookies.