Cuando se acercan fechas especiales, tener reuniones familiares sin discusiones se convierte en el objetivo a lograr para infinidad de personas. Se trata de momentos en los que, inevitablemente, habrá encuentros con familia y parientes. Y a muchos, les aterra vivir los tan habituales pero, a la vez, desagradables desencuentros.
Lo normal, cuando se trata de encuentros junto a personas tan cercanas, es que todo sea armonía, paz y felicidad por la posibilidad de vivir esos instantes con seres queridos. Pero eso que puede parecer tan «obvio», no siempre lo es.
Según la Maryland University of Integrative Health, la familia española “es más que un grupo de parientes; es la piedra angular de la identidad y el sistema de apoyo de una persona. La importancia de la familia está arraigada en la esencia misma de esta cultura y penetra en todos los aspectos de la vida un individuo”.
Sinceramente, no sé si es sana envidia. Pero, debemos resaltar esta fortaleza familiar hispana. Que, con todos sus problemas y distanciamientos, aún pervive entre nosotros aunque algunos deseen desterrarla, menospreciarla y dinamitarla. Aunque, no tienen nada que hacer por mucho que se empeñen.
La importancia de reunirnos en familia
El primer consejo que yo daría es que recordemos por qué nos reunimos y, sobre todo, para qué. Nos reunimos para ser más felices y nos reunimos para hacer familia y recordar que la familia es el sustento básico de nuestra sociedad. El lugar en el que cada uno de nosotros vuelve a refugiarse. Más allá de las celebraciones y los regalos que nos hagamos.
Pese a todo, es habitual que se produzcan ciertos roces, desencuentros y tensiones. Cuando a la mesa se sientan hijos, yernos, nueras, cuñados, abuelos y nietos, también pueden surgir pequeños o grandes roces.
Es natural. Cada persona llega con sus expectativas, su estilo de vida y, en ocasiones, con algún que otro malentendido del pasado. Aquí es donde hay que estar atentos y aplicar la caridad y la generosidad. No podemos dejar que nuestras diferencias (incluso en cuestiones importantes), nuestra historia pasada y experiencias previas, destrocen o empañen el verdadero sentido de esos encuentros. Aislándonos o aislando a quienes, a pesar de defectos y desencuentros, queremos o podemos volver a querer.
Este mensaje de Paz, de generosidad, de entrega, de redención es el que debemos rescatar y vivir en esas fechas especiales y encuentros familiares. No se trata solo de evitar las discusiones o los conflictos abiertos. Sino de cultivar una actitud de comprensión, tolerancia y amor hacia los demás. Especialmente, hacia nuestros seres queridos. Si ponemos cada uno de nosotros todo esto en el corazón de la celebración, nos será más fácil reducir o eliminar ciertas tensiones y tendremos la «fiesta en paz».
Decálogo para tener reuniones familiares sin discusiones
1 – Planifica algo y no te agobies
Sobre todo, si te toca ser anfitrión. Cuando la familia es grande, la organización es importante. Por ejemplo, unos pueden planificar menús y otros, como es mi caso, ir a la compra. Lo importante es comunicarse con claridad y cierta precisión. Ser concretos y claros. Y, para no agobiarse, pedir ayuda. Los mayores pueden volver los ojos a hijos, cónyuges e, incluso, nietos. De este modo, los niños se educan también con estas pequeñas tareas que se les encomienda. Se sienten útiles y, si se les cae o ensucian algo, recuerda: no pasa nada.
2 – Tolerancia, respeto y generosidad
Otro punto importante es practicar la tolerancia. Siempre hay alguien que habla demasiado, otro que hace bromas pesadas o sarcásticas y alguno algo aburrido. Seamos respetuosos, tolerantes, flexibles, huyamos del sarcasmo y mucho ojo con la ironía, aunque nos pueda parecer inofensiva. No todos tienen o captan nuestro sentido del humor. ¡Cuidado con esto! No queramos tener siempre razón. En lugar de entrar en debates o discusiones, enfoquémonos en disfrutar el momento. Los momentos de reencuentro pasan rápido. Y lo que queda son los recuerdos y la alegría compartidas. Además, desde luego, de la risa de los niños.
3 – Heridas que hay que sanar
Si hay heridas del pasado que todavía duelen, esta puede ser una gran oportunidad para sanarlas. O para, al menos, intentar un acercamiento. Tal vez, un abrazo sincero o una palabra amable pueda dar inicio a una reconciliación. No olvidemos el valor de los gestos pequeños. Una palabra amable, un «gracias» o un sincero «cuánto me alegra que estés aquí», pueden hacer maravillas. No siempre es fácil, ni mucho menos. Pero, recordar que Dios nos ama a todos con nuestros defectos puede ayudarnos a dar ese primer paso.
4 – Seamos humildes. Perdona y pide perdón
La humildad hace milagros. ¡Garantizado! No somos perfectos. Pedir perdón es muy sano. Un fuerte abrazo o una caricia es algo sanísimo y… súper efectivo. Porque, si la petición de perdón es sincera y abrazas a la humildad, te aseguro que se producen verdaderos milagros.
5 – Cuida a los peques, a los niños
Para ellos, los momentos junto a personas que les quieren es maravillosa. Para integrarles en las reuniones familiares, podemos pedirles que nos ayuden a poner la mesa, aunque se les rompa algún plato. Si se está en días navideños, no pierdas de vista cómo ponen o quitan figuras del Belén y del árbol de Navidad. Ver cómo sus ojos se iluminan y se sorprenden ante cualquier gesto, regalo, juego, entre hermanos y primos es una invitación a recuperar nuestro propio sentido del asombro. Ellos también nos enseñan a soltar tensiones y vivir el momento con alegría. ¡Cuidémoslos!
6 – Abrazar la imperfección
Recuerdo a mi mujer, que cocina como los ángeles, un pelín frustrada porque la tarta quedó una vez demasiado “acuosa”. El sabor era maravilloso pero la “presencia” del plato no era el esperado. ¿Y qué más da? Las reuniones familiares no tienen por qué ser perfectas. No importa si un plato se pasa de tiempo o si alguien llega tarde. Lo importante es que estemos juntos. Si ponemos amor, comprensión y Fé en el centro de nuestras reuniones, tendremos unos encuentros llenos de paz y alegría.
7 – Comparte
Cuenta recuerdos agradables, propón a tus hijos, nietos, yernos, nueras, que compartan momentos de alegría, recuerdos felices. Que se animen a mostrar agradecimiento. O, mejor aún, empieza tú, que me lees. Recordemos lo mucho que nos une, no lo que nos hace discutir.
8 – Seamos positivos, no cenizos
Para contarnos penas tenemos cualquier otro momento del año. De todas maneras seamos comprensivos con quien necesita desahogarse, incluso en fechas especiales.
9 – Paciencia y sentido del humor
Recuerda tener presente el sentido del humor. Y, también, relativiza, toma distancia, descéntrate. No te tomes tan en serio. Ríete de ti mismo. Ten paciencia. Abre la boca y ríete con una buena carcajada. La risa compartida puede disipar la incomodidad más rápido de lo que pensamos.
Y para finalizar: primero… lo Primero.
10 – Agradece a Dios todo lo que has recibido
Todo, sin excepciones. Lo bueno y lo que no es tan bueno porque, quédate tranquilo, es lo mejor para ti. No olvidemos agradecer a Dios la oportunidad de poder reunirnos. Una oración compartida antes de una cena en familia puede ser un momento de unión profunda. A través de ella, podemos reconocer las bendiciones recibidas y pedir por aquellos que no pueden estar presentes.
Me despido por hoy recordando, y compartiendo contigo, nuestro ritual familiar de Nochebuena:
- Oración de acción de gracias ante el Belén. ¿Te imaginas como serían de maravillosas las reuniones familiares de Jesús, María y José?
- Lectura del Evangelio del Nacimiento de Jesús. Este año Lectura del Evangelio según San Lucas, capítulo 2, versículos 1-14
- Villancicos con mi mujer a la guitarra y acompañamiento infantil de panderetas y triángulos.
- Bendición de la mesa.
- A cenar y luego a jugar en familia con buenos juegos de mesa: antes eran el parchís y las cartas. Ahora hay juegos mucho más modernos que requieren de gran inteligencia y que conocen hijos y nietos. Y el que se duerme (o sea, un servidor)… a la cama.
Desde hace 66 años, gracias a Dios, hemos logrado tener reuniones familiares sin discusiones. Todos estos consejos de coach de acompañamiento, vejete ya curtido, provienen de la experiencia y son válidos para cualquier festejo familiar. Te animo a hacer tú, también, la prueba. No dudes en ponerlos en práctica. Y, después, me encantará que me cuentes tu experiencia.





